103 – The way we
were…
El moños mientras seguía con su vida en Madrid, ignorando
que Carballo le consideraba un asesino, hacía años que no volvía a Madrid,
desde los años de la Academia de Policía prácticamente, con lo cual disfrutaba
especialmente redescubriendo la ciudad y pasando revista a las novedades, se
internó incluso con cierta cautela y desconocimiento en el mundo gay, sentía
curiosidad por ver qué descubría, era fanático del mundillo de las crossdresser
y un buen día recaló en el Divas Club como por casualidad, vio toda la
actuación degustando un trago largo de ron con hielo y un pedacito de limón, su
copa favorita, cuando actuó Bruttini quedó prendado de él, tal vez sería mejor
decir enamorado, si bien no sabía que la Brutta era en realidad un
subcomisario, el subcomisario Bruttini, un compañero del cuerpo de policía más
joven que él, entre ellos no se conocían, no habían coincidido nunca en ningún
destino, la Brutta interpretaba esa noche The way we were, canción de Barbra
Streisand que literalmente bordó llevando al concurrido auditorio hasta el
paroxismo más exacerbado, al terminar la actuación el moños se fue a los
camerinos con intención de saludar a la Brutta, ardía en deseos de conocerla,
las compañeras de show le indicaron la puerta del camerino al moños, primero
tocó con los nudillos y luego entreabrió la puerta ligeramente, cuando se asomó
en lugar de la Brutta sus ojos se toparon con un magnífico trasero puesto en
pompa mirando hacia la puerta que se le ofrecía abierto como una gran hogaza de
pan que pedía ser comida, siguió abriendo lentamente la puerta y los goznes
sonaron ligeramente, a lo cual Bruttini respondió irguiéndose rápidamente y
dándose la vuelta, ante los ojos del moños apareció Bruttini totalmente
desnudo, con las medias y las ligas puestas exclusivamente, aquello excitó
sobremanera al moños que era un tanto salido, cuando Bruttini miró al moños
sintió por su parte una sensación extraña, nunca antes un hombre le había
mirado de esa manera, era una mirada que podía decirse le desnudaba, si bien
eso no era posible porque ya estaba desnudo, pero tal vez podría decirse que le
desnudaba espiritualmente, era como si el moños a través del cuerpo desnudo de
Bruttini hubiera visto lo más íntimo del alma de Bruttini, algo que él escondía
con celo lejos de cualquier sospecha, pero que el moños supo ver en su mirada,
un deseo sexual dormido por los hombres, que ante la mirada del moños se había
despertado, Bruttini reaccionó rápidamente y se tapó pudorosamente con un
albornoz.
-
Qué hace aquí dentro?, qué desea?, le conozco
acaso?
-
Tranquilo, no se altere, soy simplemente un
admirador.
-
Y no sabe llamar a las puertas cerradas antes de
entrar a lo que se ve…
-
No quería importunarle sino mostrarle mi
admiración nada más, mi respetuosa admiración por su arte, y si me permite
decirlo mi respetuosa admiración por su cuerpo.
-
Gracias, le estoy muy agradecido, pero ahora si
es tan amable me gustaría que se marchara.
-
Como quiera y discúlpeme si le he ofendido, me
gustaría si así fuera poder resarcirle de alguna manera mostrándole que mis
intenciones son las mejores para con usted, si me lo permite me gustaría
invitarle a cenar.
-
No suelo ir a cenar con desconocidos sabe, no
soy exactamente una corista y por supuesto tampoco soy homosexual, lo digo para
que no se confunda.
-
Por favor, no lo dudo en absoluto, basta verle
como yo le he visto para comprobar que es un hombre con todos sus atributos.
-
Muy gracioso.
-
Y con un culo muy sensual.
-
Cómo se atreve!
Bruttini dio una sonora bofetada al moños, el cual le sonrió con una mirada de deseo más incontenible
aún, en ese momento se produjo un silencio embarazoso, una tensa espera que no
se sabía bien cómo se iba a resolver, el moños después de comprobar la
suplicante mirada de Bruttini se abalanzó sobre él, le abrazó y le besó
apasionadamente, al principio Bruttini intentó denodadamente separarse pero al
momento cedió y quedó literalmente colgado de los brazos del moños como una
bailarina sin voluntad devolviéndole el beso al moños con igual ardor, al
momento estaban los dos frenéticamente enroscados en la chaisse longe del
camerino de Bruttini, el moños quitó con furia el albornoz a Bruttini, se bajó
los pantalones de un solo impulso, abrió las piernas de Bruttini que parecía
arder ya de una pasión incontenible y le penetró con furia y pasión desmedidas,
cuando terminaron Bruttini aún tenía las piernas alzadas como dos aspas
apuntando al techo del exiguo camerino, los dos se sintieron sorprendidos
cuando todo terminó por la furia del orgasmo, de nuevo azorados y sin saber qué
decir, se miraron y se echaron a reír sonoramente a carcajadas, el moños se
abrochó los pantalones, se dio media vuelta y se marchó cerrando la puerta tras
de sí delicadamente como para no despertar sospechas de lo que acababa de
suceder ahí dentro, entonces Bruttini se preguntó a sí mismo en la soledad del
camerino qué había sucedido y por qué, no entendía nada, a él nunca le habían
atraído lo más mínimo los hombres o eso pensaba al menos hasta ese momento,
pero lo que había pasado era realmente química, una química arrolladora, aquel
hombre había encendido su pasión, había sacado la mujer que el subcomisario Bruttini
llevaba dentro, eso era, había hecho sentirse por fin como una mujer completa a
la Brutta.
(continuará)
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