97 – Qué placer
era matar…
Qué placer era matar…, pensaba el moños, nada como matar, le
dejaba tan relajado, como la seda, era un placer para él, y con rifle de
repetición mejor aún, un placer intensamente repetido como un orgasmo, nada
como matar con repetición, matar a Carballo sería un placer igualmente intenso
aunque sólo necesitara un tiro, sería un placer aún mayor por tratarse del
Comisario Carballo, el gran comisario, el héroe, el laureado, el ejemplo de la
policía nacional, el referente, el ínclito, excelso, recto, honrado,
competente, sagaz…, sí, todo eso era Carballo, eso y mucho más, el moños no
soportaba la fama y el reconocimiento de Carballo, él no había pasado de ser un
oscuro policía de segunda arrinconado en labores de vigilancia y seguimiento,
un oscuro policía del que nadie quería saber nada, un proscrito sin carrera
profesional ni prestigio, sin oportunidades ni cargos ni casos de interés, sin
relevancia alguna, frente al estrellato deslumbrante de Carballo él era ni más
ni menos que un mindungui, pero el moños pensaba que no se había merecido tan
triste destino, que habían sido injustos con él y que debía vengarse, y con
quién mejor vengarse que con el gran Carballo, al que conoció siendo cadetes
los dos en la academia de policía hace ya 30 años, entonces eran dos jóvenes
prometedores, sólo que en el caso del moños todo se torció, los problemas para
él comenzaron ya en la academia, el moños era homosexual y se enamoró
perdidamente de la belleza un tanto andrógina del joven Carballo, lo llevó en
secreto, le espiaba en las duchas, le miraba siempre de reojo cuando hacían la
instrucción, espiaba su respiración mientras Carballo dormía en el dormitorio común
y en alguna ocasión llegó incluso a besarle tiernamente en los labios sin que
Carballo se apercibiera de ello, nunca llegaron a más, en una ocasión el moños
no pudo resistir durante más tiempo su pasión y le confesó a Carballo su amor,
a lo cual Carballo respondió con frialdad que le gustaban las mujeres y que
sólo pensar en que un hombre le tocara le entraban ganas de vomitar, el moños
nunca perdonó aquel desaire sobre todo teniendo en cuenta los rumores que había
dentro del cuerpo de policía sobre la relación sentimental entre Carballo y
Bruttini, aquello era demasiado pensó el moños, a él le había despreciado y sin
embargo con Bruttini parece que ya no le dan tanto asco los hombres, tremendo,
esto desencadenó en la mente del moños toda la furia de un psicópata asesino,
quería matar, matar a cualquiera, pero sobre todo matar a Carballo, ése era su
objetivo, y además de matarle quería antes obligarle a hacer lo que no quiso
hacer entonces con él, quería obligarle a hacer el amor…
(continuará)
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