viernes, 6 de febrero de 2015

Antonio Peña, el moños (Un asesino en las calles 96).




96 – Antonio Peña, el moños.


Antonio Peña, el moños, volvió a llamar al hospital y preguntó por Carballo, le comunicaron que el Comisario Carballo había recibido el alta voluntaria y había salido del hospital el día anterior, el moños llamó después al apartamento de Carballo cuyo número de teléfono y dirección aparecían en la guía telefónica, como no obtuvo respuesta se fue directamente a la casa de Carballo y le preguntó al conserje si Carballo había regresado, el conserje le informó que el comisario no había vuelto, que el que se había pasado por el apartamento había sido su ayudante el subcomisario Bruttini que había salido al rato con una maleta, el moños se quedó pensativo, parecía que Carballo le tenía miedo y había decidido esconderse, tal vez le considerara peligroso, un asesino, pero dónde diablos podría haberse escondido Carballo?, se preguntó el moños, preguntó al portero si sabía dónde habían ido y el portero le dijo que no tenía ni idea, moños salió a la carrera visiblemente cabreado, nervioso, con una rabia y una violencia contenidas a punto de estallar, volvió a su casa y buscó la bolsa de los palos de golf, sacó los palos de dentro de la bolsa, rebuscó en el armario y sacó del fondo un rifle de repetición que allí tenía escondido, llenó el cargador y preparó unos cuantos cargadores adicionales, cada vez estaba más nervioso, tenía que elegir ahora a qué línea de metro se iba a dirigir, necesitaba una que tuviera una larga distancia entre estaciones, las del centro de Madrid no le servían, entre estaciones había un trayecto muy corto, pensó en alguna de las líneas nuevas, recordó que en la ampliación de la línea 2 hacia Las Rosas había un intervalo bastante largo entre las estaciones de La Almudena y Alsacia, lo pudo observar un día que fue a Carrefour a comprar, ahora era buen momento, mucha gente iría a hacer la compra para el fin de semana en sábado por la tarde, genial pensó y se metió en la boca más próxima de metro, nadie sospechaba de la bolsa de palos de golf, nadie podía imaginar lo que llevaba en su interior, hizo trasbordo y tomó la línea 2 dirección Las Rosas, se sentó cómodamente en el final del último vagón y esperó a llegar a la estación de la Almudena, todos los vagones iban atestados de gente, la ventaja era que los nuevos trenes tenían comunicados los vagones unos con otros, eso facilitaría las cosas, pensó el moños, tendría que actuar rápido, apenas arrancó el metro en la estación de La Almudena rumbo a la siguiente, Alsacia, moños se levantó, sacó el rifle de repetición de la bolsa de palos de golf ante la mirada atónita y atenta, mezcla de terror y de incredulidad, de los viajeros y comenzó a disparar a diestro y siniestro, corriendo a la carrera y disparando sin parar se dirigió desde atrás hacia delante del convoy matando a diestro y siniestro, iba ciego, varias veces tuvo que cambiar el cargador, la sangre salpicaba los cristales de las ventanillas, manchaba el suelo formando regueros, chorreaba desde los asientos, la gente quedaba acribillada hecha un guiñapo encogida en sus asientos, algún atrevido quiso parar al moños y lo único que consiguió fue un golpe en la cara con la culata y que el moños le rematara de un tiro certero en la cabeza, el ruido de las balas era ensordecedor y los gritos eran como los de una piara de cerdos que van a ser degollados, las mujeres ancianas rezaban y se persignaban mientras esperaban su momento, al llegar a la cabecera del convoy el moños miró hacia atrás y comprobó que nadie se movía, no se oía ni un ruido, en silencio era absoluto, le quedaba ya sólo por matar al maquinista, pero era mejor esperar que el tren llegara a la estación, cuando paró, tocó el pitido y abrió las puertas, justo en ese momento salió el conductor temblando con cara de terror y pánico de la cabina, el moños le sonrió y le disparó a bocajarro en la frente una sarta de tiros, los sesos volaron por los aires, al salir los andenes estaban desiertos, se trataba de una estación solitaria a esas horas, todo el mundo estaba ya dentro del centro comercial, moños metió el rifle en la funda de palos de golf y salió tranquilamente a la superficie por las largas escaleras mecánicas, llevaba en el rostro una ligera  sonrisa de satisfacción, como el gato que se acaba de comer al ratón, cuando salió a la calle vio que hacía un sol espléndido y decidió entrar en Carrefour a hacer la compra semanal, necesitaba comprar leche, zumo, pan de molde, cogollos de lechuga y tomates…, lo típico, nadie le había visto salir siquiera, esas estaciones periféricas nuevas de metro ni vigilancia tenían.

Moños ya se sentía algo más relajado y tranquilo, se había sacado de momento la espinita de no haberse podido cargar a Carballo aún, algo es algo.


(continuará)



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