96 – Antonio Peña,
el moños.
Antonio Peña, el moños, volvió a llamar al hospital y
preguntó por Carballo, le comunicaron que el Comisario Carballo había recibido
el alta voluntaria y había salido del hospital el día anterior, el moños llamó
después al apartamento de Carballo cuyo número de teléfono y dirección
aparecían en la guía telefónica, como no obtuvo respuesta se fue directamente a
la casa de Carballo y le preguntó al conserje si Carballo había regresado, el
conserje le informó que el comisario no había vuelto, que el que se había
pasado por el apartamento había sido su ayudante el subcomisario Bruttini que
había salido al rato con una maleta, el moños se quedó pensativo, parecía que
Carballo le tenía miedo y había decidido esconderse, tal vez le considerara
peligroso, un asesino, pero dónde diablos podría haberse escondido Carballo?,
se preguntó el moños, preguntó al portero si sabía dónde habían ido y el
portero le dijo que no tenía ni idea, moños salió a la carrera visiblemente
cabreado, nervioso, con una rabia y una violencia contenidas a punto de
estallar, volvió a su casa y buscó la bolsa de los palos de golf, sacó los
palos de dentro de la bolsa, rebuscó en el armario y sacó del fondo un rifle de
repetición que allí tenía escondido, llenó el cargador y preparó unos cuantos
cargadores adicionales, cada vez estaba más nervioso, tenía que elegir ahora a
qué línea de metro se iba a dirigir, necesitaba una que tuviera una larga
distancia entre estaciones, las del centro de Madrid no le servían, entre
estaciones había un trayecto muy corto, pensó en alguna de las líneas nuevas,
recordó que en la ampliación de la línea 2 hacia Las Rosas había un intervalo
bastante largo entre las estaciones de La Almudena y Alsacia, lo pudo observar
un día que fue a Carrefour a comprar, ahora era buen momento, mucha gente iría
a hacer la compra para el fin de semana en sábado por la tarde, genial pensó y
se metió en la boca más próxima de metro, nadie sospechaba de la bolsa de palos
de golf, nadie podía imaginar lo que llevaba en su interior, hizo trasbordo y
tomó la línea 2 dirección Las Rosas, se sentó cómodamente en el final del
último vagón y esperó a llegar a la estación de la Almudena, todos los vagones
iban atestados de gente, la ventaja era que los nuevos trenes tenían
comunicados los vagones unos con otros, eso facilitaría las cosas, pensó el
moños, tendría que actuar rápido, apenas arrancó el metro en la estación de La
Almudena rumbo a la siguiente, Alsacia, moños se levantó, sacó el rifle de
repetición de la bolsa de palos de golf ante la mirada atónita y atenta, mezcla
de terror y de incredulidad, de los viajeros y comenzó a disparar a diestro y
siniestro, corriendo a la carrera y disparando sin parar se dirigió desde atrás
hacia delante del convoy matando a diestro y siniestro, iba ciego, varias veces
tuvo que cambiar el cargador, la sangre salpicaba los cristales de las
ventanillas, manchaba el suelo formando regueros, chorreaba desde los asientos,
la gente quedaba acribillada hecha un guiñapo encogida en sus asientos, algún
atrevido quiso parar al moños y lo único que consiguió fue un golpe en la cara
con la culata y que el moños le rematara de un tiro certero en la cabeza, el
ruido de las balas era ensordecedor y los gritos eran como los de una piara de
cerdos que van a ser degollados, las mujeres ancianas rezaban y se persignaban
mientras esperaban su momento, al llegar a la cabecera del convoy el moños miró
hacia atrás y comprobó que nadie se movía, no se oía ni un ruido, en silencio
era absoluto, le quedaba ya sólo por matar al maquinista, pero era mejor
esperar que el tren llegara a la estación, cuando paró, tocó el pitido y abrió
las puertas, justo en ese momento salió el conductor temblando con cara de
terror y pánico de la cabina, el moños le sonrió y le disparó a bocajarro en la
frente una sarta de tiros, los sesos volaron por los aires, al salir los
andenes estaban desiertos, se trataba de una estación solitaria a esas horas,
todo el mundo estaba ya dentro del centro comercial, moños metió el rifle en la
funda de palos de golf y salió tranquilamente a la superficie por las largas
escaleras mecánicas, llevaba en el rostro una ligera sonrisa de satisfacción, como el gato que se
acaba de comer al ratón, cuando salió a la calle vio que hacía un sol
espléndido y decidió entrar en Carrefour a hacer la compra semanal, necesitaba
comprar leche, zumo, pan de molde, cogollos de lechuga y tomates…, lo típico,
nadie le había visto salir siquiera, esas estaciones periféricas nuevas de
metro ni vigilancia tenían.
Moños ya se sentía algo más relajado y tranquilo, se había
sacado de momento la espinita de no haberse podido cargar a Carballo aún, algo
es algo.
(continuará)
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