88 – La manifestación de Podemos en Madrid.
Al día siguiente era la gran manifestación de Podemos en
Madrid, a Carballo le hubiera gustado asistir siquiera fuera por curiosidad,
pero el destino, la suerte, o como quiera que se llame a este tipo de
imprevistos, había decidido tenerle atado a la cama del hospital, bien es
cierto que él podía levantarse, vestirse y marcharse a la manifestación pero el
diagnóstico médico sobre su imposibilidad de recordar y de caminar hacía
inviable algo así, a Carballo le tenía cuenta mantener durante algún tiempo esa
ficción para ahuyentar a sus supuestos potenciales asesinos, recordó que la
noche anterior había puesto su pistola debajo de la almohada, tanteó y
efectivamente allí seguía, fría, dura, pesada, no lo había soñado, se había levantado,
había ido hasta el armario, había cogido la pistola del bolsillo interior de su
chaqueta y la había colocado debajo de la almohada, luego había vuelto a
dormirse hasta la mañana, los calmantes le mantenían medio adormilado todo el
tiempo, no recordaba siquiera que las enfermeras hubieran entrado durante toda
la noche, sólo recordaba vagamente los sonoros ronquidos de Bruttini desde el
sofá, pero ni eso siquiera había podido despertarle, ahora el muchacho se había
marchado, tenía que ir a la manifestación a realizar labores de control y
vigilancia, Carballo decidió poner la tele, pulsó el mando, menos mal que no le
habían diagnosticado también inmovilidad en los brazos, eso habría sido el
colmo, en la tele aparecía la cobertura de la manifestación con diferentes
enfoques según la cadena, desde un ligero ninguneo hasta un énfasis exagerado,
dependía de la afinidad que tuvieran con el movimiento Podemos, el mundo es tan
pueril…, pensó Carballo, desde la nebulosa del hospital todo se veía tan
relativo, tan fútil, tan ridículo, especialmente la política resultaba poco
emocionante desde el fondo del pozo de un hospital, la salud, pensó Carballo,
eso es realmente lo único importante, aquellos chicos de Podemos, tan jóvenes,
con tanta energía, le causaban admiración, no parecían asustarse ante nada,
dirigían las masas de gente, las arengaban, las exaltaban, cada día estaban más
crecidos, los buenos resultados en las encuestas electorales les hacían estar
cada día más confiados, y a sus oponentes cada día más temerosos y agresivos
con ellos, la lucha política…, esa contienda…, en qué acabaría todo aquello?,
se preguntaba Carballo, pecados de juventud, él también había caído en querer
arreglar el mundo, en luchar por hacerlo, él también había creído en un futuro
mejor, y en su pequeña medida había hecho cosas, a esos jóvenes políticos les
movía el mismo impulso, el mismo idealismo, la misma ilusión, pero la realidad
es tan compleja que seguramente acabaría fagocitándolos, es preciso que todo
cambie para que en realidad no cambie nada, la clave estaba en saber cuánto
tiempo tardaría la realidad en fagocitarlos, entretanto podrían hacer cosas,
como él hizo hasta que la realidad acabó fagocitándole definitivamente y
confinándolo en este punto de su vida en la cama de un hospital, por cierto, la
cama era comodísima, con un mando se subía y bajada, se inclinaba, se recostaba
uno a placer sin moverse, pensó comprarse una para su casa, su casa…, ése era
un capítulo aparte, no quería ni pensar qué diablos habría hecho el loco de
Bruttini con su casa, y todos sus muebles y recuerdos de toda una vida estaban
ahora en la casa del pueblo…, lo mejor iba a ser retirarse del mundanal ruido
definitivamente e irse a vivir al pueblo, en la tele seguían incesantes la
imágenes de la marcha de Podemos por el centro de Madrid, entre Cibeles y Sol
no cabía un alfiler, asustaba tanta gente junta, daba la impresión de que una
revolución se venía encima, la historia de España es tan frágil, en cualquier
momento puede quebrarse, aquí la democracia está tan poco arraigada, pensó Carballo,
seguramente sea por nuestra forma de ser tan apasionada, extremista, absoluta,
tan poco dialogante, es la pasión lo que nos pierde, la falta de calma, todo lo
contrario a su estado de ánimo actual, él entre su desencanto existencial, la
andropausia y los calmantes que le estaban suministrando se sentía tan lejos de
aquella manifestación que discurría en la tele que le pareció cosa de otro planeta,
de otro planeta que no era el suyo en ese momento, apagó la tele y se volvió a
quedar dormido y comenzó a soñar con Pablo Iglesias, aparecía con una bata
blanca en la habitación, llevaba la misma coleta de siempre y le sonreía
dulcemente mostrando su dentadura dispareja, llevaba un papel en la mano y un
bolígrafo, el fonendo colgaba de su cuello, se colocó al lado de su cama y le
tocó la mano y dijo: no se preocupe comisario por nada, necesitamos gente como
usted en nuestras filas, gente honrada y cabal, gente con ideas, gente buena. Pablo
volvió a sonreír confiado mirando al infinito, a Carballo le parecía como si
fuera un ángel enviado por Dios a la tierra, un nuevo Mesías, luego añadió unas
últimas palabras: y tranquilo que está en buenas manos, con nosotros la sanidad
está a salvo de especuladores y de mafias… Pablo siempre tan político, no
perdía momento para tirar puya, luego salió de la habitación, cuando se iba
Carballo se fijó en su larga coleta, qué envidia, pensó Carballo, que estaba ya
medio calvo, este chico tiene una melena de héroe troyano, y luego dejó de
soñar con Pablo y comenzó a soñar con Rajoy, pero eso no vale la pena contarlo
porque más que un sueño fue una pesadilla.
(continuará)
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