jueves, 31 de enero de 2013

La lectura del fin de semana. Tío Vania. Anton Chéjov. 1899.

Representación de Tío Vania en el teatro María Guerrero de Madrid en el año 2008.

Tío Vania

Cuando leí la obra de teatro de Chéjov, Tío Vania, me impresionó profundamente el hecho de que toda la vida de Vania, la hubiera ofrecido a Serebriacov, a que él pudiera dejar tras de sí, por su esfuerzo casi de esclavo, un legado para la humanidad, que luchara con fe ciega para que él escribiera y dejara huella en el mundo.
No sentía que se sacrificaba lo bastante, le mandaba todo el dinero, le mimaba. Desde su incapacidad para crear, creaba la posibilidad para que el otro, ilustre profesor y escritor, pudiera mejorar el mundo. Su legado sería ese, el sacrificarse por él, el abonar ese talento.
Eso en sí mismo, duro pero comprensible, deja de tener todo sentido cuando se descubre, al final de la obra, que el profesor a quien Vania dedica su vida, es un fracasado, alguien sin ningún talento, ninguna repercusión; un ser humano egoísta, vacuo, aprovechado y sin nada que ofrecer.
Qué terrible broma, qué horror haber dado cada gota de sudor, cada moneda a alguien que no las supo aprovechar, que no hizo nada con la vida ofrecida. El momento en el que Vania lo ve, en el que entiende la verdad, es tan duro, que al poco, hace como si nada supiera, nada hubiera comprendido, y sigue con el mismo modo de vida; dándolo todo.
Y es que si no, su vida ante él, sí habría estado desaprovechada, inútil, vacía: Si dejo de ver, aún podré mirar más allá. Si me ciego, veré lo que quiero ver y seguiré adelante.
Y lo peor de esto, es que sucede más allá del teatro, a cuántos hemos visto sacrificar tiempo, energías, vida en alguien que no las merece.


Diario de un paseante. La literatura.




Diario de un paseante.  30-01-2012 20:30. La literatura.

Me hubiera gustado ser un personaje literario y no una persona real, se pasa mejor en las novelas, la vida es muy aburrida, de hecho, si no fuera por la literatura no creo que pudiera soportarla, bueno, por las novelas y por el arte en general, por la imaginación, la evasión, el pensamiento, la búsqueda de la felicidad, la belleza y el amor.
Sé que son muchas cosas, seguramente demasiadas, pero esas son mis prioridades en la vida desde siempre, eso es lo que busco,  antes no era consciente de mi búsqueda, ahora sí, me he hecho consciente de que todo eso era en pos de lo que me movía hasta en mis más imperceptibles movimientos de pensamiento, sentimiento  y voluntad.
Yo soy así, metaliterario, veo la vida a través de una óptica literaria y cuando no soy capaz de descubrir esa perspectiva en algo me decepciono, me entristezco, y si esa situación perdura y se generaliza entonces me deprimo y sólo vuelvo a renacer cuando renace mi espíritu al encontrar de nuevo todo eso que guía mi vida, o, al menos algo de todo eso, siquiera sea un atisbo.
La literatura es la sal de la vida, uno no está completo hasta que la descubre, la literatura te enriquece haciéndote vivir varias vidas, llenando tu vida de posibilidades, nuevas dimensiones que están en ti y de las que no eras consciente, te hace, por tanto, más pleno, te realiza a nivel personal, te completa, te hace feliz o palia la infelicidad mostrándote que otra vida es siempre posible, la de la fantasía, donde todas las posibilidades están abiertas, y te ayuda a seguir luchando por aquello en lo que crees, sin desfallecer ante imposibles.
Recomiendo la literatura entendida en sentido amplio, no sólo como lectura o escritura sino como una forma propia de estar en el mundo, en la vida, a mí me ha dado resultado, ha sido como un lenitivo de mi existencia, el mejor relajante y ansiolítico, el de efectos más duraderos, y, todo hay que decirlo, el más adictivo, porque la literatura que no se vende en farmacias ni en herbolarios sino en librerías, también debería llevar algunas indicaciones de uso, más de uno ha perdido la cabeza por la literatura, véase sino el caso de Don Quijote o de Emma Bobary.

El paseante

Proust vs. Woody.





-                  Dígame, ¿quién es usted?
-          Mr. Allen, mi nombre es Mr. Allen, ¿no me conoce?
-          Pues la verdad es que no.
-          Soy muy famoso, hago películas.
-          Ni idea, ¿y qué tipo de películas?
-          Bueno, no sabría definirlas, tendría que verlas.
-          Yo nunca voy al cine, no me gusta.
-          Pero hay cosas muy interesantes.
-          No lo dudo, pero no me gusta el lenguaje cinematográfico.
-          ¿Y por qué?
-          Por la famosa elipsis, la elipsis cinematográfica.
-          Pero sin elipsis el cine no sería viable, sería muy aburrido,  en las novelas también hay elipsis.
-          Pero es diferente, en la novela lo que no se dice no se supone, la palabra da fe, en el cine el poder de la imagen es tal que todo acaba siendo una suposición.
-          Ya, pero el cine y sus elipsis son el lenguaje de la modernidad.
-          ¿La modernidad? ¿Y qué es eso?
-          No sabría definirlo bien.
-          Usted no sabe definir nada, no sabe definir sus películas, no sabe definir la modernidad, y sin embargo hace películas modernas, curioso.
-          Bueno, maestro, me estoy sintiendo humillado por usted, tal vez pueda decir que mis películas son comedias freudianas.
-          ¡Por Dios, qué tontería!
-          ¿Por qué?
-          Pues porque eso no tiene sentido.
-          Pero A la recherche es una novela freudiana.
-          Bueno, eso es diferente.
-          ¿Por qué?
-          No sabría decirlo.
-          Lo ve, usted tampoco sabe definir su obra.
-          No lo necesito, hablan por mí lectores y estudiosos a lo largo de todo el planeta.
-          Pues a mí me pasa igual.
-          Sin embargo no le conozco.
-          Debería ver una de mis películas.
-          ¿Cuál me recomienda?
-          Por ejemplo podría ver Interiores.
-          ¿Interiores? ¿Y eso de qué va?
-          Usted véala y luego me cuenta.
-          De acuerdo, ¿la tienen en video?
-          En dvd, maestro, en dvd, los videos ya están pasados de moda, yo le dejaré la película a cambio de que me dé su opinión.
-          De acuerdo, por cierto, ¿ha leído usted A la recherche?
-          ¡Vaya pregunta! Yo hubiera sido incapaz de hacer ni una sola de mis películas sin haber leído antes su obra.
-          Buen muchacho, buen muchacho, por cierto, ¿es usted judío?
-          Claro.
-          Yo también, verá, presiento que este es el comienzo de una gran amistad.

(continuará)

El paseante


miércoles, 30 de enero de 2013

Factores que destruyen al ser humano.



Le preguntaron a Mahatma Gandhi cuáles son los factores que destruyen al ser humano. Él respondió así:
La Política sin principios,
el Placer sin compromiso,
la Riqueza sin trabajo,
la Sabiduría sin carácter,
los Negocios sin moral,
la Ciencia sin humanidad y
la Oración sin caridad.
La vida me ha enseñado que la gente es amable, si yo soy amable; que las personas están tristes, si estoy triste; que todos me quieren, si yo los quiero; que todos son malos, si yo los odio; que hay caras sonrientes, si les sonrío; que hay caras amargas, si estoy amargado; que el mundo está feliz, si yo soy feliz; que la gente es enojona, si yo soy enojón; que las personas son agradecidas, si yo soy agradecido. La vida es como un espejo: Si sonrío, el espejo me devuelve la sonrisa. La actitud que tome frente a la vida, es la misma que la vida tomará ante mí.
"El que quiera ser amado, que ame".
La única razón por la que eres feliz es
porque tú decides ser feliz...


Díptico de las profundidades marinas.

Díptico de las profundidades marinas. José Ramón Carballo. Óleo y acrílico sobre lienzo.

El cuadro de la semana. Edipo y la Esfinge. Gustave Moreau. 1864.



Gustave Moreau (París, 1826 - 1898) fue un pintor francés. En 1857 realizó un viaje a Italia que le permitió conocer la obra de clásicos como Miguel Ángel o Mantegna, y obtuvo el reconocimiento de la crítica en el Salón de 1864, con Edipo y la Esfinge. Su período de madurez se inició a partir de 1870. Su obra muestra una clara preferencia por los temas históricos, bíblicos y mitológicos, siempre desarrollados de forma inquietante y evocadora, a través de la recreación de atmósferas exóticas, a menudo orientales, y del dramatismo de las escenas. Perteneciente a la corriente simbolista, Moreau inspiró a los futuros artistas surrealistas, sobre todo a André Breton, Max Ernst y Salvador Dalí.

lunes, 28 de enero de 2013

Diario de un paseante. La nada.




Diario de un paseante. 21-01-2013 20:00. La nada.

La nada, ese todo que todo lo invade, me desvanezco como un espectro en esa nada que se expande y hace que todo desaparezca, como una neblina que se pegara a las cosas hasta hacerlas invisibles interponiéndose entre el mundo y yo, las cosas siguen ahí, ¿siguen ahí?, si no las veo, si no soy consciente de ellas, me pregunto, ¿se puede decir que sigan realmente ahí?, no para mí desde luego, la nada se las ha llevado fuera me mi percepción, de mi consciencia, aunque las vea no existen ya, porque yo sólo soy mi consciencia, ella manda sobre mí, y ha decidido borrar todo y convertirlo en nada.

¿Qué pretende la nada? ¿Por qué existe la nada? Tal vez sólo exista siempre la nada y todo lo demás no sean sino fantasías, uno ve propósitos, intenciones, finalidades, en todo, uno va trazando mapas, recorridos, destinos, metas, realizaciones, he llegado, se dice uno a sí mismo, ahora voy a por la siguiente etapa, ¿etapas?, ¿para qué etapas?, sinceramente, si consideráramos cuál es nuestro destino último y seguro, todas esas evasiones con las que llenamos esa nada que habrá de llegarnos al fin, serían igualmente nada.

Lleno mi día de fruslerías que son como una coartada repetida para seguir vivo, para entretenerme en fruslerías mientras mi perecedero destino se va cumpliendo inexorable, prefiero no ser consciente, distraerme, hacer cosas para tratar de anestesiarme con ellas como si fumara el opio de lo real y me embriagara de realidad, de una realidad inventada por mí, considerada por mí como real sin que exista en verdad.

Lo real y lo verdadero, si lo real no existe tal vez exista lo verdadero, lo verdadero si existe, lo verdadero para mí, y es a través de ese verdadero a través del que construyo mi realidad, lo real y lo verdadero son mis permanentes coartadas para mantener en pie el edificio de mi existencia, sin eso me desmoronaría, no sería nada, quedaría alienado de mí, separado de mí, exiliado de mí, me enajeno de mí, me separo de mí para ser yo mismo a través de la ficción de mi verdad que sustenta mi realidad, pero todo eso no soy yo, ¿o tal vez sí?

No lo sé, creo que no soy yo, o tal vez soy yo tal y como quieren o esperan los demás que sea, o como yo imagino que quieren o esperan que sea, ficción de mí sobre ficción de mí, tácitas ficciones de mí superpuestas en un infinito de significados que acaban por hacerme desaparecer entre una densa niebla de nada que se pega a todo y hace que todo desaparezca al fin, y un buen día se levanta la niebla igual que una jaqueca que se va de repente, y entonces es como si naciéramos de nuevo y vemos de verdad la realidad, la realidad verdadera, sin adulterar, y descubrimos en ese instante sublime que la realidad era igualmente eso mismo, la nada.

El paseante