87 – Carballo no
sabía bien qué oía.
Carballo no sabía bien qué oía, se fue despertando de un
largo sueño pero quiso hacerse el dormido, permanecer con los ojos cerrados,
estaría oyendo ya la voz de Dios?, habría llegado ya al cielo o tal vez se
encontraba a las puertas del infierno y se trataba de la voz del diablo?, no
entendía bien quién hablaba aunque le parecía que hablaban de él, decían
continuamente dos palabras que entendía perfectamente, Comisario era una,
Carballo era la otra, no lograba entender nada más pero estaba claro que
hablaban de él, hasta en el cielo y en los infiernos seguro que le conocían,
era famoso ultraterrenal, según fue recuperando la consciencia recordó
vagamente estar en el hospital ingresado, en observación le habían dicho, y
entonces comenzó a entender la conversación, Bruttini hablaba con un médico y
ambos creían que él no les oía, hablaban de él sin contar con él aunque
estuviera presente, el médico le dijo a Bruttini que habían tardado más en
estudiar el caso de Carballo porque sospecharon desde el primer momento que
había sido envenenado, alguien puso algo en el whisky, el resultado fue que
estuvo al borde de la muerte, gracias a un rápido lavado de estómago pudo salir
adelante si bien habían quedado unas secuelas, la amnesia y la inmovilidad en
las piernas, algo que los médicos pensaban podría tal vez recuperar aunque no
estaban seguros, estaban tratando de dar mediante exhaustivos análisis con el
tipo de veneno que le habían suministrado y sus posibles consecuencias, sobre
todo saber si éstas iban a ser o no irreversibles, de momento tenía que seguir
en observación unos días, pero Carballo les oía con incredulidad porque él no
creía sufrir amnesia alguna y en cuanto a no poder caminar la noche anterior se
había levantado al baño a beber agua sin problemas, o lo habría soñado? Pensó
también si lo que creía recordar de su vida era su vida real o una invención
suya propiciada por los efectos del veneno, qué lío.
El médico se fue y Bruttini cerró la puerta de la
habitación, por el rabillo de ojo Carballo miró a Bruttini y notó que éste no podía contener una lágrima, vaya,
pensó Carballo, este chico realmente me quiere, por otra parte le dio por
pensar quién habría querido envenenarle y por qué, no llevaba en la actualidad
ningún caso de forma directa desde que abandonó el de la muerte de Cony en
Vancouver…, desde que el Prefecto Behrens les separó del caso a él y a
Bruttini…, luego recordó los dos forzudos que estaban apostados a las puertas
del Divas la noche de autos y cómo le miraron de una forma un tanto extraña…,
tal vez se trataba sólo de suposiciones pero a aquellos dos nunca antes les
había visto por el Divas y no eran el tipo de clientes habituales allí…, algo
raro sucedía, habían realmente querido acabar con él?, pero cómo podían saber
que precisamente aquella noche iría al Divas?, nadie excepto Carballo sabía que
iría allí, y ni siquiera él lo supo hasta el momento en que lo decidió porque
fue algo improvisado, estarían compinchados los camareros?, pero sobre todo
Carballo se preguntaba el móvil del delito, como avezado y curtido policía que
era sabía que si se descubría el posible móvil el misterio se resolvería como
por arte de magia, pensaba, pensaba, pensaba…, decidió no obstante mantener el
engaño de que no podía ni recordar ni caminar, le tenía cuenta hacerse pasar
por inofensivo entretanto lograba averiguar algo, así evitaría al menos que volvieran
a intentar matarle, eso le daría carta blanca, un cierto margen para tomar
ventaja a los asesinos, por el momento decidió seguir haciéndose el dormido y
lo cierto es que se volvió a dormir de verdad, cuando despertó ya era de noche
cerrada y pudo oír los ronquidos de Bruttini que estaba acostado en el sofá que
había en la habitación a los pies de su cama, sigilosamente, sin que Bruttini
lo notara se levantó y fue hasta el armario, lo abrió lentamente para que la
puerta no chirriara y del bolsillo de la americana sacó su pistola y la metió
debajo de la almohada… y se volvió a dormir, necesitaba estar descansado al día
siguiente porque no sabía bien qué podía suceder…
(continuará)
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