90 – Bruttini se
fue a actuar al Divas Club.
Bruttini se fue a actuar al Divas Club, pero antes le dio la
comida a Carballo, el chico insistía en tratarle como a un inválido, le fue
dando cucharadita tras cucharadita de un insípido puré de verduras y luego
pequeños trocitos de un pescado hervido inidentificable y de lo que parecían
unas hojas de lechuga un tanto mustias, muy triste, como para acabar con el
apetito de cualquiera, de postre natillas, pero de qué marca eran esas
natillas?, ni se sabía, además habían olvidado ponerlas azúcar, Carballo
comenzó a pensar que si seguía mucho tiempo allí acabaría de nuevo envenenado
pero en este caso en lugar de por el whisky de garrafón del Divas por la comida
basura del hospital, y de beber sólo agua, estaba hasta las narices de tanta
agua, le habían dicho que tenía que beber seis litros al día para tratar de eliminar
el veneno, menos mal que tenía la sonda puesta porque si no se hubiera pasado
todo día en el baño, para colmo la comida o lo que fuera tenía un olor como la
de la mili y la servían en unas bandejas de plástico iguales a las que se
utilizan para servir el rancho en los cuarteles, sinceramente era mejor no
comer, el asunto llegó al límite cuando le pidió a Bruttini que le trajera una
botella de Jack Daniels y una caja de farias, Bruttini le echó una bronca que
ni que fuera su padre, que qué barbaridad, que si eso era un hospital por si no
se había dado cuenta, que si así nunca se recuperaría, que si se había vuelto
loco o qué… El chico se fue cabreadísimo y cerró la puerta de la habitación de
un sonoro portazo, al momento tocaron en la puerta y entró de nuevo alguien de
la habitación de al lado, en este caso era una monja, pero cuánta gente cabía
en esa habitación?, se preguntó Carballo, aquello parecía el camarote de los
hermanos Marx, le aseguró a la hermana que no volvería a suceder, que no volverían a hacer ruido, a lo que la
monjita le respondió con una beatífica sonrisa propia del mismísimo Pablo Iglesias:
gracias hijo, que Dios te lo pague.
Hijo?, le había llamado hijo la monja?, pensaría que era
joven aún?, él se veía como un vejestorio auténtico y más con esa pinta que
tenía, sin afeitar, ojeroso, despeinado, a medio lavar, sin poder levantarse…,
pensó que la monjita había visto no su apariencia sino su alma y él era y sería
siempre seguro, precisamente eso, un niño, por eso le había llamado hijo.
Un niño de 54 años que yacía indolente en una cama de
hospital, con una magnum del 57 metida debajo de la almohada, pero un niño.
(continuará)
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