Cuatrocento italiano una vez más, pintor discípulo de Leonardo, podéis ver este cuadro en el Museo del Prado.
El mito de Salomé, la historia, la leyenda, como se quiera denominar, es de una tremenda complejidad, desde antiguo ha inspirado a pintores y escritores, Óscar Wilde escribió una magnífica tragedia que no es sino un torturado monólogo de Salomé, en el cual reprocha al Bautista desesperadamente su indiferencia.
Queda claro que la víctima de la tragedia es en realidad Salomé, al caer presa de su pasión y no poder realizarla nunca.
Nunca.
Lo que certifica el cuadro es ese "nunca".
El cuadro es testimonio del "nunca".
De la imposibilidad infinita de colmar el deseo, de la condena a esa imposibilidad ya por siempre.
El mito de Salomé no es sino una paráfrasis de la impotencia ante la irreductible libertad del hombre, de su libertad de conciencia, de opinión, de acción, del compromiso, de la integridad, la insobornabilidad, el amor propio, la dignidad.
Podrás matar a un hombre si no hace lo que quieres, pero nunca conseguirás que lo haga si no quiere, en el caso del Bautista si no quiere con arreglo a su conciencia hacerlo.
Es el poder absoluto del individuo sobre la fuerza, sobre el Estado, sobre los demás, su irreductible libertad, su irreductible independencia, su irreductible integridad final.
Óscar Wilde lo refleja muy bien en su tragedia, Salomé brama al cielo su dolor inconsolable eternamente, sin tregua ni descanso, porque al fin es la conciencia lo único que pertenece en exclusiva al hombre y con ella carga toda la vida para bien o para mal.
Tremenda película, muy interesante de ver, plantea el dilema de la pasión sexual, el sadomasoquismo, el dolor unido al placer, el amo y el esclavo, la dominación, y la aniquilación de la víctima de la pasión amorosa, en este caso de los dos protagonistas.
Charlotte Rampling y Dirk Bogarde, dos actores muy de moda en las películas de autor europeas de la década de los 70, interpretan esa pasión amorosa llevada al límite de lo enfermizo.
Todo comenzó en un campo de concentración, allí quedó anclado en sus memorias el recuerdo de esa relación tan particular como las circunstancias.
Un matrimonio llega a un hotel de Viena, han llegado a la ciudad porque el marido es director de orquesta, va a dirigir una representación de ópera, La flauta mágica.
Perfecto, normal, todo bien hasta que ella ve al portero de noche del hotel, su antiguo amante, ex oficial de las SS y hoy escondido en el hotel.
¿Se puede resistir a la pasión?
¿La llamada del placer no puede ser desoída aún a riesgo de perderlo todo?
Parece ser que sí, aún a riesgo de perder la vida que es lo que pierden al final la pareja protagonista.
Unas magníficas interpretaciones, una magistral dirección de Liliana Cavani, una ambientación perfecta, una delicia de película.
Película de tesis sobre los límites del placer y la pasión, muy freudiana.
Película imprescindible de ver en el periodo psicoanalítico del blog en el que aún nos encontramos.
¿Logrará salir el blog del periodo psicoanalítico alguna vez?
La elegancia, la verdadera elegancia, me pregunto si soy elegante, si se me puede considerar elegante, si soy realmente una persona elegante, y me respondo que la elegancia no es sólo una cuestión estética sino también ética, principalmente ética, no he conocido nunca a nadie elegante estéticamente que no lo fuera también desde un punto de vista ético, retenemos en nuestra memoria a aquellas personas cuyo ejemplo nos marcó por una cierta elegancia personal del ser y del estar, es decir, lo que las constituye y cómo lo transmiten al exterior, todo parte, no nos engañemos, desde dentro. Quizás debamos concluir que en definitiva la elegancia no es sino la sencillez, la simplicidad, entendido esto como la ausencia de abalorios, la ausencia de adornos, la ausencia de superficialidad, la naturalidad en el ser da una naturalidad de la apariencia, el ser verdadero, el no fingimiento, la ausencia de doblez, la claridad, la franqueza, el mostrarse tal cual uno es cuando lo que uno es tiene un valor y así lo considera uno mismo, es también la elegancia, por tanto, algo relacionado con la autoestima. No pretender ser lo que no se es y mostrarnos a los demás a través de nuestra imagen tal y como somos, seguramente sea la clave de la elegancia, siempre y cuando se lleve la elegancia en el alma. Es pues la elegancia una categoría que transciende la apariencia, la forma, y se traslada a la esencia del ser de la cual sale su imagen, y en la cual en embrión reside lo consustancial de la persona, lo que la hace única e insustituible. Estar seguro de uno es elegante es algo igualmente fundamental a la hora de ser reconocido como elegante. ¿Estoy seguro de ser elegante? Creo que sí.
O tal vez sea una bailarina preparada para hacer una gran pirueta como de los ballets rusos.
Hay una quietud, una calma en perfecta armonía previa al movimiento.
Algo va a suceder a continuación, está claro, o tal vez no pase nada, no se sabe, en cualquier caso el momento es mágico, es ese momento en que uno está centrado sólo en uno mismo y a través de uno mismo está centrado en todo.
Porque en el uno está siempre el todo y viceversa, si se sabe entender verdaderamente la vida y el mundo.
La persona no es en definitiva sino una caricatura de la comedia del mundo, del gran ballet del universo, del trampolín de la existencia.
Caricatura o retrato, según se mire, en este caso esencia concentrada en el momento previo a que algo suceda, momento eternamente congelado en una imagen, tal y como es la vida para en hombre, en este caso para la mujer.
Creo recordar que el día que murió Franco fue miércoles, 20 de noviembre de 1975, miércoles, creo que era ese día de la semana, hacía un día muy frío y extremadamente lluvioso, yo tenía 15 años, estudiaba el bachillerato, en el colegio nos dieron tres días libres por el luto, en la televisión de casa por la mañana pude ver en blanco y negro el mensaje de Arias Navarro, que al final lloraba de emoción, yo tenía que comprar un libro y decidí irme a la calle Arenal donde estaban mis tres librerías favoritas, hoy desaparecidas las tres, la diminuta librería de Carmina Abril que era también sala de arte, en cuya trastienda había siempre tertulia de intelectuales en torno a la mesa camilla y donde se conseguían los libros prohibidos de poetas españoles editados por la editorial Losada de Buenos Aires, y donde Carmina Abril me atendía maravillada de que un jovencito de 15 años fuera pidiéndole esos libros, la segunda librería era la galdosiana editorial Hernando, cerca de Ópera, y digo galdosiana no sólo por sus anaqueles y decoración decimonónica, decadente, sino porque era la editorial de la obra de Galdós, entre otros insignes autores, corrían aún esos tiempos en que las librerías eran también editoriales, antes de la globalización, y la tercera librería, favorita también, de la calle Mayor como las otras dos, era la Editorial Pueyo, casi llegando a Sol.
Diluviaba y hacía un frío espantoso esa mañana de noviembre, yo me fui a comprar el libro, Cien años de soledad, con ese título tan rotundo y absoluto no se puede dejar de leer un libro, sobre todo si se tienen 15 años, mi madre me regañó al salir porque hacía muy mal día para irme a comprar un libro, iba a coger algo, y total podía ir cualquier otro día, pero yo no podía esperar, aquel libro me estaba esperando, me llamaba.
Lo compré, me lo llevé a casa como si fuera un ave rapaz que atrapa una presa y se va a su refugio a devorarla tranquilamente, me encerré en mi cuarto, y me lo leí de una zampada esa misma tarde, no podía parar, era una sensación cercana al éxtasis, como si inhalara algún potente narcótico.
El arte, el verdadero arte, el poder radical del pensamiento, la creatividad, las ideas, el poder transformador de la inteligencia, la sensibilidad.
Siempre el arte.
Es una experiencia única poder leer este libro por primera vez.
Conservo como una de las más preciadas joyas de mi biblioteca de juventud aquella edición de Plaza & Janés.
El placer de la lectura, el mayor placer que un hombre pueda sentir, verse reflejado en el pensamiento de otro hombre, como en un juego de espejos fascinante y enriquecedor.
Aquel libro, muy caro para mí, lo compré con los ahorros de la pequeña asignación que me daban en casa para gastos, qué tiernos recuerdos de juventud.
Para ser justos diré que me daban dos asignaciones, una mi padre y otra mi abuela, la más cuantiosa era la de mi abuela, todo hay que decirlo, y luego mi madre de vez en cuando, llorándola, me daba algo para algún gasto extra.
Imaginaros que yo era tan ahorrador que cuando empecé a trabajar a los 25 años tenía 300.000 pesetas ahorradas en la libreta de la Caja de Ahorros, todo un dinero para la época.
Me he ido por las ramas otra vez, bueno, lo dicho, si alguien aún no ha leído Cien años de soledad que no deje de hacerlo, es como la Biblia o el Quijote, imprescindible.
'Mi 'gaviota' cuenta la historia de la primera familia
disfuncional'
Jose Luis
Romo | Madrid
Actualizado miércoles
25/04/201210:26 horas – EL MUNDO
En 2001,
Rubén Ochandiano (Madrid, 1980) presenció un montaje de 'La gaviota'
protagonizado por Meryl Streep, Natalie Portman y Phillip Seymour Hoffman en el
que acabó de entender el mítico texto de Chéjov. Un libreto que le ha
obsesionado desde sus tiempos en la escuela hasta que el pasado año el actor de
'Los abrazos rotos' o 'Flores de otro mundo' hizo su propia versión en el
'hall' del Teatro Lara dirigiendo a un grupo de amigos en el que se encuentran
nombres tan populares como Toni Acosta ('Mi hermana casi') o Javier Albalá.
Gracias a su éxito de crítica, esta rompedora función aterriza un año después
en el Galileo y promete volar igual de alto.
¿Cómo se
siente al haber pasado de un recinto con poco más de una veintena de butacas a
uno de 400?
Madre mía...
La mayor parte del tiempo no soy consciente de ello. Ha sido tanto trabajo,
durante tanto tiempo... Hace un año que estrenamos el espectáculo en el Lara,
éramos un grupo de gente trabajando gratis, por fe y por amor al espectáculo,
porque tanta gente no iba a entrar en ingresos. Encontramos financiación para
la escenografía y las altas en la Seguridad Social y ya. Sin embargo, el
feedback fue tan bueno que nos dio gasolina para seguir. Ahora estamos aquí y
me siento abrumado, pero disfrutando igual.
¿Es consciente
de que 'La función por hacer' recorrió un viaje similar?
Me lo han
dicho mucho. Ojalá nos vaya igual de bien...
¿Cómo ha
cambiado el montaje en este nuevo recinto?
La esencia
sigue igual, aunque sea difícil repetir la magia del Lara, que era como una
caja de bombones, muy íntimo. El cambio de sala nos ha permitido descomprimir
el montaje y darle aire. Mantenemos esa cosa pirandelliana, metateatral, de que
no queda claro si es una compañía ensayando a Chéjov o son los propios
personajes de Chéjov. Los actores siguen sentándose sobre el público, trepando
por las escaleras... Para mí, ésta es 'La Gaviota' 2.0, como su hermana mayor,
pero mejorada.
¿Cuál es su
lectura del clásico?
Creo que
cuenta la historia de la primera familia disfuncional. Son personajes que se
unen desde el ala rota, desde la tara. Hablamos de cuántas generaciones puede
durar un abuso, ya no sólo genealógicamente, también psicológicamente. Además,
se habla del amor, la vocación y el arte.
¿Por qué se
ha convertido en director?
Mi vocación
no es de director, yo soy actor. Lo que pasa es que me gusta todo lo que tiene
que ver con contar historias, me gusta elegir la música, el vestuario,
escribir... Ahora he descubierto que me fascina dirigir.
¿No quiso
reservarse un papel?
No, ni
hablar. No lo hubiera disfrutado.
Le han
dirigido Almodóvar, González Iñárritu o Calixto Bieito, ¿de quién ha aprendido
más como director?
He aprendido
de todos. Creo que del que más, de Daniel Veronese. Aunque no me haya dirigido
nunca, fui a muchos de sus ensayos cuando viví en Argentina. Todos mis
realizadores me han influido como actor, pero como director aplico básicamente
lo que he aprendido en la vida: amando, sufriendo, en mis terapias... Ellos me
han enseñado sobre todo a leer un guión, analizar un texto y hacerlo mío.
'La Gaviota' | Teatro Galileo (Galileo, 39) |
Director: Rubén Ochandiano | Intérpretes: Toni Acosta, Javier Albalá, Javier
Pereira, Silma López, Julio Vélez y Joaquín Gómez | En cartel hasta el 10 de
junio.
Philip Glass
es, posiblemente, el compositor de música clásica vivo más conocido por el
ciudadano medio. La música de este compositor se usó en las bandas sonoras
de películas tan celebradas como “El Show de Truman” o “Las Horas” y en muchas
más no tan conocidas ( Naqoyqatsi, The Secret Agent, Candyman ,
Powaqqatsi, Koyaanisqatsi ).
Nació en Baltimore, EE.UU, en 1937, y estudió entre
otros con Darius Milhaud. Posteriormente, insatisfecho con muchas de las que
se consideraban músicas modernas, viajó a Europa y estudió con Nadia
Boulanger, así como con Ravi Shankar.
Philip Glass alcanzó su fama de compositor moderno con un
auténtico zapatazo en la escena internacional: La ópera 'Einsten on
the Beach'. La ópera, a pesar de durar 5 horas ininterrumpidas, no tener
argumento, usar un texto que consiste en variaciones de palabras
sin sentido, y ser prácticamente irrepresentable, fue un rotundo éxito.
Pero Cuando Philip Glass y Robert Wilson (el
escenógrafo) decidieron unirse, allá por 1970, para crear la obra que acabó con
los últimos tabús que le quedaban a la música clásica, Philip Glass era ya
un compositor acabado. Su estilo musical produjo rechazo desde el
principio. Así, tuvo que trabajar como taxista y fontanero para subsistir. Por
aquel entonces formó un grupo que tocaba sus extrañas composiciones
minimalistas. Ya los instrumentos que utilizaban (instrumentos de viento y
sintetizadores) resultaban llamativos. Las mismas notas, repetidas una y
otra vez, con pequeñas y sutiles variaciones. Sus conciertos se celebraban en
los lugares más extraños, conciertos gratuitos o por los que se pedía una
aportación voluntaria. El público nunca superaba las cincuenta personas y
era frecuente que la mayoría se marchara antes de terminar. Aún así, consiguió
erigirse como “grupo de culto” para algunos seguidores.
El hecho es que a partir del éxito de
'Einstein on the Beach', Philip Glass dejó de ser un compositor de culto para
ser un compositor de masas, que ha estrenado con éxito más de 20 óperas
(cierto es que con un estilo mucho más 'suavizado'), pero también ha
compuesto sin ningún rubor canciones pop y música con instrumentos
electrónicos. Porque quizá la gran aportación que Philip Glass ha hecho a
la música es la de afianzar en la escena internacional el hasta entonces
vituperado 'crossover', esto es, la fusión entre la música culta y la
popular (especialmente, en este caso, la música pop), difuminando los límites
entre una y otra hasta el punto de basar dos de sus sinfonías...en discos
de David Bowie!
PHILIP GLASS
(1937...)
1
1964 Sexteto de Metales - Himno
2
1966 Cuarteto de Cuerdas nº1 - Parte 1
- Comienzo
3
1968 'Cómo Ahora' para el Philip Glass Ensemble - Comienzo
4
1970 Música para Voces - Comienzo
5
1974 Música en 12 Partes (para el
Philip Glass Ensemble)
Actualizado lunes
23/04/201210:23 horas – EL MUNDO
1) Prodigio minimalista
Philip
Morris Glass (Baltimore, EEUU, 1937) es uno de los más prolíficos y reputados
compositores contemporáneos. Comenzó su trayectoria musical con un violín entre
las manos a los seis años. La maestría con la flauta a los ocho, y el piano, a
los 15, fueron sus siguientes pasos y, poco tiempo después, mientras se
licenciaba en Filosofía y Matemáticas en Chicago, comenzó a componer tanto
piezas clásicas como dodecafónicas, hasta que dio con la tecla que le concedió
su propia voz: el minimalismo, basado en la repetición de hipnóticas
estructuras rítmicas y armónicas.
2) De París a la India
A principios
de los años 60 se mudó a París para estudiar bajo la tutela de Nadia Boulanger.
Fue entonces cuando conoció al músico indio Ravi Shankar, mucho antes de que
The Beatles supieran quién era ese sabio que llevaría el sítar a los altares
del pop. Tras colaborar con Shankar, viajar a la India y al norte de África y convertirse
al budismo tibetano, Glass introdujo en su música estas exóticas influencias y
renunció a sus composiciones anteriores.
3) Un taxista en la ópera
Mientras se
ganaba la vida como taxista y fontanero (la música todavía no le daba de
comer), se granjeó la amistad de gente como el poeta Allen Ginsberg, David
Bowie, Lou Reed y John Cage. En 1974 fundó el Philip Glass Ensemble, un grupo
de cámara con siete integrantes basado en instrumentos de viento-madera
amplificados, teclados, sintetizadores y una única soprano. Su primer gran
trabajo y, sobre todo, el reconocimiento de la crítica, llegó en 1976 con la
ópera 'Einstein On The Beach'.
4) Prolífico y cinematográfico
A lo largo
de los últimos 40 años ha compuesto 20 óperas, nueve sinfonías, varios conciertos
para violín y piano... Pero son las bandas sonoras de películas las que le han
otorgado una popularidad insólita para un compositor clásico en pleno siglo XX:
Godffrey Reggio y su documental 'Koyaanisqatsi' le abrieron de par en par las
puertas de Hollywood. Ha estado tres veces nominado al Oscar gracias a las
partituras de 'Kundun', 'Las Horas' y 'Diario de un escándalo' y sigue
aportando su maestría en cortos y largometrajes de todo pelaje y nacionalidad
imaginables.
5) 'Flashback'
El
esperadísimo concierto del día 25 en Madrid, con las entradas agotadas desde
hace meses, será una retrospectiva del trabajo llevado a cabo por el Philip
Glass Ensemble durante los últimos 40 años, desde su primera ópera, 'Música en
12 partes', hasta 'Glassworks', su álbum más célebre, pasando por fragmentos de
algunas de sus mejores bandas sonoras, como la propia 'Koyaanisqatsi' o 'El
Show de Truman'.
Philip Glass
Ensemble | miércoles
25, a las 19.30 h. | Auditorio Nacional de Música (Príncipe de Vergara, 146) |
Entradas agotadas | www.philipglass.com
Red spring forest. Oil on canvas. José Ramón Carballo. Abril 2012.
Red spring forest
Copas de árboles como humo de trenes
Troncos de árbol como chimeneas de tren
Luz, dulces pétalos de luz, cayendo desde el cielo
Atravesando el suave oleaje ondulante de las hojas
Como una marea imperceptible de suave viento
Sube hasta mí la tenue humedad del día
Por entre una neblina opaca que se desvanece
Crece la mañana, se eleva el sol, triunfa la luz
Y del bosque rojo de la primavera emerge al aire
Se deja ver en todos sus colores, como un nacarado esmalte multicolor
La canción de amor de la belleza
Y refulgen en ella todas las penumbras y todas las iridiscencias
Canta el mirlo su dulce canción de amor
Sus notas flotan por entre la floresta punteando la tarde con su canción
Improvisada canción que habla a mi alma entera
Y la hace estremecerse de emoción
¿Cantas para mí tu dulzura?
¿Suena para mí tu canción?
Responde dulce pájaro de amor
Y la tarde anochecida ya va perdiendo sus colores
Mientras el murmullo del río se va llevando mi alma lejos
Lejos del armonioso trinar
Lejos de los apagados colores
Lejos de la vida
Qué graciosos los gordos de Botero, son ya un clásico de la imaginería moderna, todos los personajes de sus cuadros son siempre gordos, personajes de una sociedad opulenta, sobrealimentada, ahora que estamos en una crisis económica tan tremenda parece raro verles tan bien nutridos, orondos, felices, satisfechos de sí mismos, además hacen de todo, todo tipo de actividades, no paran los gordos de Botero, son incansables, pese a su obesidad son muy activos, no se privan de nada, guapos no son, y elegantes tampoco, resultan arquetípicos pero no bellos.
La belleza se desprende más bien de la composición de las pinturas, el colorido, las formas, la armonía, el movimiento que Botero da a sus figuras, muy natural, muy real, porque los gordos tienen unos movimientos especiales, más que moverse parece siempre como si estuvieran rodando, como rodillos.
Parece que luchan entre ellos, su presencia impone, intimida, hasta cuando bailan parece que estuvieran combatiendo.
Geniales los gordos de Botero, y no sólo en los cuadros, también en las esculturas, monumentales, ciclópeas, imponentes, presentes en las grandes ciudades del mundo, puedes encontrarte un gordo de Botero en cualquier gran avenida de cualquier megalopolis.
Lo provinciano, lo pueblerino, el tipismo, lo cotidiano, lo doméstico, lo íntimo, lo vulgar, elevado a categoría, sublimado, universalizado, Botero ha llevado Colombia a cualquier rincón del mundo y ha dejado grabado en nuestra retina posmoderna el sello de su tierna dulzura de gordos que quieren vivir como los demás, disfrutar de la vida, enamorarse, bailar, ir a todas partes y hacer de todo.
Me recuerdan a Macondo, a García Márquez, colombiano también, todos estos gordos parecen salidos de la aldea de Cien años de soledad, del Macondo ancestral, imperturbable, parado en el tiempo, mágico y sorprendente.
Botero y García Márquez han sacado Colombia al mundo y la han paseado, el mejor marketing, el del arte, el verdadero arte, perdurable e inagotable la cultura es el mejor pasaporte de un país y de sus ciudadanos a la hora de abrirse camino fuera.
Además, todo hay que decirlo, estos gordos son muy decorativos, en cualquier rincón de la sala de estar quedan bien, no sentados en el sofá, claro, que te lo revientan, sino colgados en la pared dentro de un marco.
Confieso sentir algo de complejo ante estos gordos tan activos, nunca podré ser como ellos.
Mi terapeuta me ha felicitado por la interpretación del sueño, coincide con mis planteamientos pero añade que el caos del almacén de muebles donde se desarrolla el sueño es una traslación onírica, ella lo denomina así, del caos que me encontré cuando llegué a ese nuevo trabajo, caos que me fue encomendado poner fin, además añade que más que relacionado con Macbeth, ve el sueño relacionado con la leyenda de Salomé y la cabeza del Bautista, es decir, igual que Herodías fue chantajeado sentimentalmente por Salomé, yo fui chantajeado sentimentalmente por mi amigo para que le cortara la cabeza a mi amiga, es decir, la cesara.
Mi terapeuta lo vió claro desde el principio todo, yo he tardado más de tres años en verlo claro, y sólo he sido capaz de reconocer qué pasó realmente gracias a la interpretación del sueño.
Según mi terapeuta tenía una resistencia interna inamovible que ella detectó desde el primer momento para poder analizar la realidad de lo sucedido, y esta resistencia tenía su origen en el ego, es decir, no quería reconocer que fui engañado, utilizado y manipulado, que fui víctima, fui débil y caí en la trampa, no quería sufrir la humillación de tener que reconocérmelo.
Una vez que el ego ha sido capaz de reconocer la realidad, el problema, que permanecía enquistado en mi subconsciente, se ha resuelto, y difícilmente volverá a sucederme algo igual según ella, porque la lección ha sido "autoaprendida".
De ahí el inmenso poder sanador de la interpretación de los sueños.
Mi terapeuta añade para terminar en tono de broma que procure no volver a tomar decisiones con la bragueta y que ya lo dice el refrán, "donde tengas la olla no metas la..."