miércoles, 1 de agosto de 2012

La buhardilla del pueblo. Reportaje fotográfico + Reflexión.











La buhardilla linda con el universo, por encima de ella sólo está el cosmos, el sol, la luna, los planetas, las estrellas, las constelaciones, cometas, asteroides, por encima de la buhardilla pasan lejanos los aviones dejando una estela blanca, como una marca de tiza en la pizarra azul del cielo.
Calienta sus tejas el sol, y de noche las ilumina la luz de la luna reflejo del sol, se posan los pájaros, corretean los gatos en el tejado, canta el búho al anochecer encaramado en su cornisa.
La buhardilla vista desde dentro es como una membrana, un esqueleto de un animal prehistórico, como el vientre de la ballena en el cual quedó preso Jonás, en sus vigas de madera, en su veteada superficie, hay jeroglíficos imposibles de descifrar escritos desde hace miles de años por la naturaleza, que indescifrables para el hombre serán por siempre.
Me tumbo en la cama y miro las vetas de la madera, caen sobre mi cabeza las vigas amenazantes pero firmemente sujetas, no hay peligro, toco, acaricio la rugosidad de estos troncos cortados y apenas pulidos, puestos encima de mí por alguien hace siglos y que otros antes que yo habrán contemplado, y me voy quedando dormido dentro de ese bosque ordenado, pulido, trabado, que es el artesonado del techo, huele a resina, se ve aún alguna corteza de árbol, la mueca el hacha, el agujero de la termita, la señal de la rama cortada.
¿De dónde vendría esta madera? ¿De qué bosque?
Como Jonás, respiro dentro del vientre de la ballena que es la buhardilla, y a veces salgo a respirar al mirador que se abre sobre el valle como la lengua extendida de un cetáceo en cuyo extremo me detengo a ver el mundo, un mundo como un océano, como una profundidad de corales, estrellas de mar, peces multicolores, temibles tiburones, rocas llenas de erizos, algas ondulantes, un mar cuya superficie última es el final del cielo, en el cual quiero nadar, al cual quiero saltar como desde un trampolín para escapar lejos, volando o nadando, buceando hasta la luz de la superficie, buzo de la luz, para desde arriba, desde el cénit del cielo contemplar toda esa belleza y ver desde lejos al fin el tejado de la buhardilla, jaula de oro de mis noches y de mis días, punto de meditación de mi existencia, refugio seguro de este ladrón de sueños del universo.

el paseante

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