miércoles, 22 de enero de 2020

El último cartucho de mi juventud.




Mis veraneos en Ibiza fueron el último cartucho de mi juventud, procuré alargarla todo lo que pude, ser joven es divertido, pero llegó un punto en que fue imposible ir más allá, acepté mi decadencia y actúe en consecuencia, siendo consciente de mis límites.

No sé la fecha exacta en la que dejé de sentirme joven, fue un verano allí en Ibiza, una noche, no se me olvidará, decidí ir a una discoteca de moda y cuando llegué en la puerta fui incapaz de entrar, me sentí fuera de lugar, aunque también había gente de mi edad o incluso mayor que yo, me resultó imposible traspasar la puerta, me invadió una pereza inmovilizante que me dejó clavado al suelo, di media vuelta y me volví al hotel, la discoteca creo recordar que era Amnesia, en su puerta una noche de verano mi juventud me dijo adiós definitivamente y no volvió nunca más.

El paseante

 

Un brillo plateado.




Seguramente la visión más poderosa de aquellos veranos sea ésa, el inmenso globo de intensa luz amarilla que caía lentamente desde lo alto hasta tocar la línea del mar y desaparecer tras él en su oscuridad inundando el mar de un brillo plateado lleno de destellos, mientras contemplaba aquel espectáculo y saboreaba mi copita de ron llamada por teléfono a Madrid y volvía así a conectar con el mundo real, algo que no deseaba hacer demasiado pero que sin embargo debía hacer.

El paseante

 

La paella de Patro.




Paaaatro!, dime Pepe, no hay más paella?, ahora mismo le digo al cocinero que haga otra para ti Pepe, no te preocupes que para eso tienes a la Patro, siéntate aquí conmigo que las otras son unas brujas, la única buena soy yo.
La Patro me cuidada, daba cariño, miraba por mí, las otras camareras competían entre ellas, se tenían envidia, el último día del último viaje a Ibiza sólo pude despedirme de ella, el resto estaban todas regañadas y ni me miraron a la cara, aquello degeneró en una suerte de luchas intestinas, es que las mujeres somos muy malas Pepe, decía Patro, mira lo bien que estás tú solo, a tu aire, yo si vuelvo a nacer quiero ser hombre, decía Patro.

El paseante