lunes, 13 de agosto de 2012

El verano y yo.



La estación total, como la llamó Juan Ramón Jiménez, me encanta el verano, hace más sol, hay más luz, los días son más largos, se practica más deporte, se está más en contacto con la naturaleza, hay vacaciones, se baña uno en la piscina, en el mar, se pasea por el campo, sales por las noches, se está más tiempo con la familia, los amigos, las mascotas.
Todo es más en verano, es, parafraseando a Juan Ramón, la estación intensa, la estación más.
También hace más calor, y a veces resulta algo insoportable, tal vez ése sea el único inconveniente.
Se me olvidaba otra ventaja, la siesta, esa costumbre española tan conveniente, y mejor si es como dijo Cela, con pijama, padre nuestro y orinal.
Bueno, la verdad es que de las siestas muy largas te levantas con un humor de perros, está científicamente demostrado que si interrumpes el sueño antes de entrar en la fase REM, te pones de mala leche, los científicos no lo expresan con estas palabras, pero básicamente es eso, por tanto, queridos, seguidores, no más de 20 minutos de siesta.
Y no abuséis del sol, siempre con protección, mejor a la sombra.
Amo el verano, no en balde nací en pleno verano, en plena canícula, el paseante vino al mundo con el calor, y desde entonces no hace sino dar calor...
Me tumbo al sol en la piscina y veo pasar las nubes sobre mí, lejanas naves espaciales que surcan el mundo de mis sueños, de mis fantasías, de mis ilusiones.
Me tumbo al sol en la playa y veo pasar los aviones dejando su estela blanca como una raya de tiza en la pizarra celeste.
Me tumbo a la luz de la luna por la noche, la luna entra por mi ventana y me despierta con su claridad solar de luna, la luna, reflejo del sol.
Me tumbo, siempre me tumbo, también para echarme la siesta me tumbo, claro, me tumbo en la penumbra de la alcoba y veo sobre mí las sombras reflejadas en el techo, como en el mito de la caverna de Platón.

el paseante

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