viernes, 10 de agosto de 2012

Yo paseante.


Creo que no he hecho otra cosa durante toda mi vida más que pasear, el paseo me ayuda a pensar, parece que moviendo las piernas muevo el pensamiento, me ayuda el caminar a reflexionar, durante el paseo contemplo además la realidad, veo a las personas, la naturaleza, el sol, la luna, las estrellas, los planetas allá arriba siempre sobre mi cabeza que parecen observar mi paseo desde sus siderales distancias.
Durante mis paseos imagino cosas, creo personajes, me imagino diferente, alguien nuevo en cada ocasión, y me voy despojando de mis yos como quién se quita un traje viejo que ya no le sirve y se pone otro nuevo durante un tiempo.
La gente me mira pasar, bueno, no sé bien si me mira, yo me imagino que me mira, de lo que no me cabe duda es de que yo sí miro a la gente, no puedo evitarlo, y con ellos imagino también historias, cada persona es para mí como un misterio que desentrañar, un enigma, un jeroglífico cifrado, un reto que tengo que resolver de una manera o de otra, y si no logro resolverlo imagino que lo he hecho y con eso basta, pero, en cualquier caso, todos quedan en mí, dejan un reflejo, inspiran una emoción, un sentimiento, un pensamiento, una idea, una reflexión, algo.
Y también contemplo los paisajes, variados paisajes de mis paseos, paisajes urbanos, paisajes campestres, paisajes celestes, paisajes todos al fin, y sobre los paisajes proyecto mi alma como si fuera una película que proyectara sobre la pantalla de un cine, y mi alma inunda el mundo, es el mundo, su reflejo en el mundo es el sentido que tiene el mundo para mí.
De vez en cuando en el paseo se acerca alguien a mí, o yo me acerco a alguien, bueno, en realidad es más frecuente que suceda lo segundo, que yo me acerque al alguien o a algo, las personas, algunas, las cosas, algunas, me atraen, no puedo evitarlo, tienen para mí como un imán, algunas..., pero hay veces que no las puedo conseguir, ni a las personas, ni a las cosas, y se me escapan, siguen su curso en la vida, en el mundo, lejos de mí, pero otras se quedan a mi lado, algunas por un tiempo, otras para siempre, bueno, para ese siempre de los hombres, es decir, como mucho hasta la muerte.
La muerte..., sí, la muerte..., a veces, frecuentemente últimamente, reflexiono durante mis paseos sobre la muerte, pienso si todo se acaba con la muerte, me refiero a si se acabará todo para mí con la muerte, y dónde iré, me digo, estaré junto a alguien, tendré algo después de la muerte, qué seré, quién seré, y me quedo siempre sin respuestas, pero entonces algo me distrae en mi paseo, un soplo inocente de vida que me hace sonreír no sé bien por qué, y recupero la confianza en mí, en el camino y en la vida sin motivo alguno, sólo por contemplar, por vivir, y por caminar.
Caminar, sí, siempre caminar, pasear, por supuesto, soy el paseante del mundo...
No paro nunca de pasear, ni en sueños siquiera...

(continuará) 

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