jueves, 16 de agosto de 2012

La réplica de la sombra a la seducción.



Pues me parece que tienes un problema, Jota, porque si tienes que casarte con todas las mujeres a las que seduces por no romperles el corazón, me temo que vas a tener que hacerte musulmán. Aunque sospecho que en realidad no te casarías por pena, como tú dices, sino más bien para ponerle difícil su huida. Y es que me parece que ese impulso escapista, ese miedo al compromiso que define al seductor está provocado por un profundo temor a ser abandonado. Sí, Jota, el seductor tiene miedo a que, una vez superado el deslumbramiento, la víctima descubra que es un hombre –o una mujer- normal y corriente, entonces se aburra, pierda el interés y le abandone. Y antes de ser abandonado, el seductor prefiere abandonar para no ver su orgullo herido; prefiere dejar a su presa enganchada eternamente a la imagen fabulosa que él ha creado para ella, evitando, así, desilusionarla con la realidad. Y es que, admitámoslo, es muy difícil cumplir las expectativas que un seductor nato genera en el otro, porque, básicamente uno se agota de ser tan encantador todo el tiempo. Lo sé porque yo también soy una seductora como tú. No podía ser de otra manera siendo tu sombra ¿no?…

La sombra del paseante


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