Es un cuadro absolutamente Proustiano, parece una escena de A la sombra de las muchachas en flor, en la que el protagonista coquetee en la playa con alguna de sus idealizadas amigas, mientras deshoja la margarita de su amor platónico por ella.
Es sin dudarlo mi cuadro favorito del Casón del Buen Retiro, el museo madrileño dedicado a la pintura del S.XIX.
Siempre que voy a ese museo en realidad voy solamente por ver este cuadro, que me transporta a un mundo de delicados sentimientos, de sutil espiritualidad, de amorosa entrega e íntimas conversaciones.
Me quedo un buen rato contemplándolo, extasiado ante su belleza, su armonía, equilibrio, colorido, composición...
Todo en el cuadro es poético, elevado, etéreo, inmaculado.
Es un cuadro pleno de ingenua alegría, de emoción pura, de pasión contenida, de vida refinada.
Ante algo así es fácil sentir añoranza por ese mundo perdido definitivamente, el de las buenas maneras, el buen gusto, la belleza.
Me transporta a las películas de Luchino Visconti, en concreto a Muerte en Venecia y sus escenas en el Lido.
Es sin dudarlo mi cuadro favorito del Casón del Buen Retiro, el museo madrileño dedicado a la pintura del S.XIX.
Siempre que voy a ese museo en realidad voy solamente por ver este cuadro, que me transporta a un mundo de delicados sentimientos, de sutil espiritualidad, de amorosa entrega e íntimas conversaciones.
Me quedo un buen rato contemplándolo, extasiado ante su belleza, su armonía, equilibrio, colorido, composición...
Todo en el cuadro es poético, elevado, etéreo, inmaculado.
Es un cuadro pleno de ingenua alegría, de emoción pura, de pasión contenida, de vida refinada.
Ante algo así es fácil sentir añoranza por ese mundo perdido definitivamente, el de las buenas maneras, el buen gusto, la belleza.
Me transporta a las películas de Luchino Visconti, en concreto a Muerte en Venecia y sus escenas en el Lido.
el paseante
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