martes, 28 de agosto de 2012

La economía y yo.



Están las cosas un poco chungas.
Yo de economía sé poco, pero creo que según van las cosas y al punto que hemos llegado nadie sabe demasiado de economía porque si no las cosas no estarían tan mal, es decir, se hubieran tomado medidas antes.
La economía en la carrera de Derecho era una maría, no interesaba a nadie, ni al profesor siquiera que apenas aparecía para darnos clase, nunca abrí el libro, el Lipsey, un tomo de color naranja, muy llamativo, no sé cómo logré aprobar esa asignatura, por los apuntes de clase supongo, pero si el profesor no iba a dar la clase...
En fin, después tuve que estudiar seriamente algo más de economía en estudios de postgrado, y tampoco es tan difícil, lo que sucede es que el montaje teórico pivota sobre algo muy simple, que se produzca algo, que se genere riqueza, plusvalía, ser competitivo, y todas esas cosas en occidente las estamos perdiendo día a día, son ahora las economías emergentes las que con su bajo coste de mano de obra y escasos costes sociales se han convertido en competitivas, y además con la globalización es difícil que en Europa se vuelva a producir en cantidades suficientes como para salir del hoyo.
Son teorías, pero si la situación está cómo está en realidad estamos viviendo del cuento, es decir, de la deuda.
Ayer por la tarde pusieron en la tele una película antigua de Pepe Isbert en la cual hace de marqués arruinado y endeudado hasta las cejas, ante la gravedad del asunto convoca a sus hijas y se lo comunica, las hijas le preguntan que cuanto se puede alargar la situación, algo muy español, es lo que estamos haciendo ahora, y él les contesta que como mucho una semana.
Las hijas se ponen manos a la obra, es decir, a buscar un marido con una buena dote, tienen sólo una semana y un rico financiero anda buscando una esposa con título nobiliario, da cinco millones de pesetas de dote y otros cinco millones al padre, una fortuna para la época, el pretendiente no podía ser sino un financiero, cómo no, cuya fortuna se estima nada menos que en 100 millones de pesetas de las de entonces, algo así como el Goldman Sachs de la época.
Pues así estamos en España, buscando pretendiente con dote que nos salve de la ruina, tal vez el banco central europeo, no se sabe.

el paseante

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