35 – Ser crossdresser…
No había que juzgar a nadie, el que esté libre de pecado que
tire la primera piedra, si el pobre Bruttini quería ser crossdresser le deseaba
lo mejor, el Comisario Carballo se preguntaba por qué motivo se excitó sexualmente cuando
Bruttini se lo estaba contando, le excitaba Bruttini como crossdresser?, o tal
vez le excitaba a Carballo ser él también crossdresser?, pensó que para salir
de la duda lo mejor era probar, y para probar decidió empezar por ser
crossdresser él mismo y ver qué sentía, para ello lo primero que tenía que
hacer era pertrecharse de todo lo necesario, se fue al Corte Inglés a la
sección de señoras, puso a la dependienta la disculpa de que su mujer se
encontraba enferma y no podía salir de casa pero que necesitaba ropa, la
dependienta le preguntó qué talla tenía su mujer y él le dijo que era más o
menos de la misma envergadura que él, primero eligió un vestido escotado de punto de
color rojo, la dependienta le enseñó uno pero se fijó que era un poco larga la
falda, pidió que fuera minifalda y añadió que su mujer tenía unas piernas muy
bonitas pensando en realidad en sus piernas y en que tendría que depilárselas,
luego los zapatos, eligió unos de tacón de aguja también rojos, con un lazo de
brillantes muy llamativo, la dependienta le preguntó qué número de zapato usaba
su mujer y él le dijo que el 43, la dependienta empezaba a sospechar, eso pensó
Carballo, porque según dijo el número le miró a sus pies y esbozó una media
sonrisa de complicidad, luego la ropa interior, negra de encaje adornada con
florecitas rojas bordadas, eso bastaba en cuanto a vestimenta por ahora, luego
se fue a maquillaje y compró al tuntún lo que le pareció apropiado, un lápiz de
ojos, rímel, un lápiz de labios, carmín, sombra de ojos azul pálido, colorete,
base para maquillaje, rizador de pestañas, pinzas para depilar, de todo un
poco, también compró una crema depilatoria y crema hidratante para el cuerpo, ya
parecía que estaba todo, bueno faltaba un perfume, en perfume de mujer Carballo
sí que sabía lo que quería, sin dudarlo, Chanel nº 5, un toque de distinción,
lo más caro comparativamente fue el perfume pero el glamour era el glamour, si
quería parecer una mujer de verdad debía equiparse debidamente y un buen
perfume era fundamental.
Con todo eso volvió a su apartamento, el conserje le sonrió
al pasar y le preguntó si había ido de rebajas, subiendo en el ascensor
Carballo pensó que no podría entrar ni salir vestido de crossdresser cuando
estuviera el conserje, o que tal vez no le reconociera porque en el edificio había
un prostíbulo y seguramente pensaría que se trataba de una de las meretrices.
Al llegar al apartamento se metió en internet para saber qué
era exactamente una crossdresser aunque algo ya sabía por la conversación con
Bruttini, lo primero vio que se escribía todo junto y no separado como él
pensaba, descubrió que el movimiento crossdresser nació en el Londres de los
años 70 como un movimiento de rebeldía más, junto con los punks, los hippies,
los heavy metal, los mods, los postmodernos…, era una tribu urbana más que pretendía
cuestionar el establishment, en este caso la provocación se realizaba mediante
la transgresión sexual, hombres vestidos de mujeres que actuaban como mujeres y
tenían relaciones sexuales con hombres heterosexuales que buscaban un placer
sustitutivo del que les daban las mujeres en los crossdresser.
Después fue derivando hacia el mundo del espectáculo y la
prostitución, pero en esencia, en origen, fue eso, la transgresión y la
provocación, lo que hizo que surgiera.
Carballo comenzó a prepararse, quería estar listo a la noche
para poder salir, sería todo un acontecimiento, él paseando por su calle, por
la Gran Vía como crossdreser, nadie le conocería, ya no sería el gran
Comisario, el prestigioso profesional de la policía, sería sencillamente una
crossdresser, seguramente muy atractiva, eso imaginaba Carballo, y provocaría
pasiones entre los hombres que se volverían a su paso para contemplar su
movimiento de caderas y piropearle, extraña situación que no dejaba de fascinar
a Carballo como una pérdida total de la identidad que hasta ahora había tenido,
era imposible encontrar mejor terapia que borrara de esa manera todo su pasado.
Comenzó depilándose con la crema depilatoria, la piel le
quedó como de bebé, se depiló hasta las partes más íntimas, nada de vello, piel
de terciopelo, luego se aplicó la crema hidratante que tenía además reflejos dorados,
quedó como un verdadero querubín, la barba se la afeitó detenidamente, tenía
que quedar perfecto, ni rastro de barba, aplicó la base para maquillaje, el colorete,
rizó las pestañas, aplicó el rímel, lápiz contorno de ojos, lápiz contorno de
labios, carmín, y el último toque, sombra de ojos, perfecto, era todo un
profesional del maquillaje, además había elegido una gama de colores que le favorecían,
no se reconocía, se miró al espejo y se encontró arrebatador, o por mejor
decir, arrebatadora, pero necesitaba una
peluca, se le había olvidado, tendría que volver a salir, pero no podía salir
con la cara así y le daba pena tener que quitarse el maquillaje, le había
quedado perfecto, algo tenía que inventar, vendían pelucas en una pequeña tienda
de postizos de toda la vida en la calle Magdalena, lo recordaba, pero ir desde
Gran Vía a Magdalena era cruzar todo el centro y de esa guisa era imposible sin
peluca, por ver el efecto final decidió vestirse, braguitas, sujetador,
vestido, tacones, perfecto, todo como un guante, realmente el resultado era
tentador, provocativo, parecía enteramente una mujer, pero se había olvidado
igualmente de comprar unas medias y unas ligas, imprescindibles en una crossdresser
las ligas por lo que había oído decir a Bruttini, para eso tendría que volver al
Corte Inglés otro día, hoy podía arreglarse sin medias, hacía mucho calor, y lo
de las ligas era más bien para los momentos íntimos, y, francamente, no creía
estar preparado para eso por ahora, no hoy precisamente. Por cierto, necesitaba
relleno para los pechos, no quería ser una mujer plana, aunque Carballo tenía
unos pectorales espléndidos necesitaba, no obstante, un par de pechos postizos,
de momento lo arregló metiéndose dos bolas que hizo con papel arrugado.
Pero cómo ir a por la peluca sin tener que desmaquillarse y
quitarse el vestido y los tacones?
Decidió algo práctico, se pondría un sombrero, pero qué
sombrero?, en verano usaba en la playa un sombrero panamá muy elegante, se lo
probó, perfecto, estaba realmente grandiosa, faltaban también unos pendientes,
alguna pulsera, algún anillo…, ya iría comprando de todo eso, por ahora así
bastaba, iría a por la peluca y a la noche saldría a ver qué pasaba, se sentía
excitado, nervioso, desde hace mucho tiempo no se encontraba tan motivado, con
tal afán de superación y de aventura, era un hombre nuevo, tan nuevo que era en
realidad una mujer. Se puso dos gotas de Chanel nº 5 como Marylin y se echó a
la calle, según bajaba en el ascensor se preguntó si el conserje le reconocería,
qué nervios, el corazón se le salía del pecho, afortunadamente en ese momento
no estaba, dio un brinco y se puso a taconear Gran Vía abajo tambaleándose e intentando guardar el equilibrio.
(continuará)
No hay comentarios:
Publicar un comentario