domingo, 3 de agosto de 2014

Decíamos ayer. Octubre 2012 (3). La calma y otras historias.

lunes, 29 de octubre de 2012


Decíamos ayer. Oda a la vagina y otras historias. Noviembre 2011 (3).

viernes, 26 de octubre de 2012


Feliz fin de semana amigos.

Feliz fin de semana amigos, os sugiero que dediquéis el fin de semana a hacer análisis de conciencia, yo lo voy a hacer, vamos a declarar este fin de semana último de octubre como fin de semana del análisis de conciencia.
Nada más.

Un beso,

el paseante

jueves, 25 de octubre de 2012


¿Donde estará mi sombra?

¿Recodáis a mi sombra?
Era supermaja.
Pues la he perdido, no sé dónde está. ¿dónde andará?
Con la llegada del otoño se ha marchado, ha desaparecido, se ha eclipsado.
Será tal vez por las nubes, o será que por un fenómeno extraño he perdido mi sombra, seré a partir de ahora un hombre sin sombra, el único hombre sin sombra...
No lo sé, todo resulta muy confuso, esperaré por si regresa pero entretanto echo de menos sus sagaces pensamientos, su originalidad, su lucidez, y, sobre todo, su compañía, eso es lo que más añoro, me siento solo sin ella.
¿Vosotros también la echáis de menos?
Tal vez prefiráis a mi sombra en vez de a mí, no quiero ni pensarlo, tal vez ahora que estoy sin mi sombra me abandonéis, bueno, esperemos que aparezca, voy a invocarla con el ritual de los indios arapahoes, siempre me da resultado.
Tal vez ella esté preparando el reencuentro...

el paseante



La lectura del fin de semana. La zona común. Mere Marcos. 2012.



Me sentía como si mi madre me hubiera desvelado un truco de magia y estaba
ansioso por comprobar que yo también podía hacerlo. Así que me senté a la sombra
de nuestro árbol favorito y  me concentré con todas mis fuerzas, esperando notar
con ello la presencia de mi amigo Josué.
No sabía muy bien en qué tenía que fijarme y eso me desconcertaba. Josué no era
un viento que moviera las hojas. Él debía manifestarse de otra manera, pero no
sabía cuál. Por más que miré fijamente a mi alrededor, no vi nada que delatara
su presencia y empecé a notar poco a poco, que la tristeza volvía a encharcar
mis ojos.
Entonces, de repente, como salida de la nada, una mariposa se posó en mi brazo
derecho. Y supe sin dudarlo que era él, porque uno de sus pasatiempos favoritos
era perseguirlas por el simple placer de observarlas de cerca. Le fascinaba su
manera de volar; la forma de sus alas; sus colores. Así que esa mariposa que
tenía en mi brazo no podía ser nadie más que él.
Mi madre tenía razón, Josué estaría conmigo siempre que pensara en él y tuviera
la suficiente sensibilidad para sentirlo a mi lado. Estaba plenamente feliz y
ese instante debió de congelarse en mi mente. Hasta ahora. Yo no lo sabía, pero
creer que Josué estaba tratando de comunicarse conmigo a través de esa mariposa,
era el tipo de fe que te hace valiente. Lo que pasa es que, a fuerza de
desengaños, esa fe se va perdiendo, sin querer, por el camino.


Comentario:
Mi amiga Mere Marcos acaba de publicar su primera novela, yo tuve al privilegio de poder leerla antes de su publicación y puedo decir que me encantó y sorprendió por su maestría e interés.
Si estáis interesados podéis encargarla en cualquier librería, o comprarla a través de internet (Amazón, Casa del Libro...). Editorial: Incipit editores.
Espero que os guste, no desvelo nada sobre su argumento porque perdería el factor sorpresa.

el paseante


La calma.


Todos los años siento la necesidad de sumergirme en las aguas del mar, es como un bautismo, un renacimiento, una especie de consagración.
El mar es para mí como el universo, un cielo inverso que tiene también estrellas, estrellas de mar.
Me sumerjo en las aguas frías de septiembre, el mar entra ya en el otoño, se enfría, se oscurece, se nubla, porque el mar tiene, al igual que el cielo, sus nubes, corrientes marinas llenas de algas y de pececillos plateados que nerviosos huyen de mí en cuanto pongo mis pies en el fondo del mar, y el fondo suelta un polvo dentro del agua a mis pisadas, y lentamente, porque me pesa el mar, avanzo por la playa como un astronauta, como si fuera el primer hombre que pisa el mar.
Al salir del agua me tumbo al sol sobre la arena de la playa, qué delicia poder sentir el calor del sol después de haber sentido el frío del mar, tonifica, renueva, energiza, el mar, la playa, el sol.
Y al atardecer ver la puesta de sol sobre el mar reflejada, todo oros anaranjados y rosas violáceos, cada puesta de sol diferente con las montañas a los lejos enmarcando el paisaje como si de una acuarela inventada se tratara por lo irrealmente bella que resulta la escena, escena que parece va a durar siempre pero que imperceptiblemente va cambiando de luz, de tonalidades, hasta de perspectivas, porque con la llegada de la noche las perspectivas van desapareciendo.
Y al final todo queda dormido y el mar parece acunar el universo con el incesante runrún de sus olas.
Y yo me duerno igualmente entre el sonido incesante del oleaje que parece hacer extender la espuma de las olas hasta los pies de mi cama, hasta los confines de mi subconsciente que se despide de la realidad del día entre la adormecedora nana del mar.
Y a la mañana todo vuelve a la normalidad, el sol aparece en el horizonte, los bañistas comienzan a asomarse a la playa, montan sus sombrillas, extienden las toallas, dan sus paseos por la orilla, y los niños empiezan a chillar como gaviotas y sobrevuelan la playa sin llegar a volar nunca con las manos en aspa, felices sin más, felices por nada, simplemente felices.
Porque todo junto al mar es felicidad, al menos para un veraneante de tierra adentro llegado desde el asfalto, los altos edificios, las prisas y el malhumor.
El mar me salva todos los veranos no sé de qué, pero me salva de algo seguro, creo que me salva de morir ahogado en la ciudad, en ese mar de nada que es la ciudad, en ese absurdo mar de inútiles afanes.
El mar, sí, un año más el mar, el mismo mar de todos los veranos...

el paseante 

Mis conversaciones con Woody (7).



- Puff, al fin...
- ¿Qué te pasa Woody?
- Ha sido demasiado.
- ¿Demasiado qué?
- Demasiado tiempo, demasiada espera. Yo ya no puedo estar sin ti jr.
- Pero Woody, ¿de verdad lo has pasado tan mal?
- Fatal, y seguro que tú ni te has acordado de mí.
- Claro que sí Woody, yo te quiero mucho y te admiro.
- Yo sí que te quiero jr, no imaginas lo que te quiero.
- Mira Woody, tienes que acostumbrarte a estar sin mí, es malo depender de otra persona porque te puede fallar, deberías haberlo.
- Ya jr, pero yo sé que tú nunca me fallarías.
- En eso tienes razón Woody, la verdad es que yo nunca te fallaría.
- Lo ves, por eso te quiero jr.
- Y yo a ti Woody, y yo a ti.
- ¿Y qué has hecho en tus largas vacaciones?
- Pues nada especial, estar tranquilo.
- ¡Qué horror!, a mí la tranquilidad me pone nervioso, no lo resisto, prefiero la intranquilidad, me relaja más, es mi estado natural.
- Interesante, no lo había pensado nunca, por cierto, durante las vacaciones vi una película tuya en el viejo video del pueblo.
- ¿Cuál?
- Manhattan.
- ¿No la habías visto aún?
- Sí, la había visto pero no la recordaba y me encantó, estás genial. Me gustaría ser como tú Woody.
- Bueno jr, a mí sí que me gustaría ser como tú.
- ¿De verdad?
- Sí, de verdad.
- ¿Y por qué?
- Me encanta tu torso.
- Woody, por favor, que me voy a poner colorado.
- Es verdad, siempre soñé con tener un torso así, tan bien formado, tan atlético.
- No es para tanto, se trata sólo de un torso fotogénico.
- Ya, ya.
- De verdad.
- Por cierto jr, no vas a publicar tu torso a la vuelta de vacaciones.
- No sé Woody, creo que voy estando mayor para esas cosas.
- ¿Mayor?
- Sí, mayor.
- ¿Has pensado contárselo a tu psicoanalista?
- Imposible por el momento, está ingresada en el hospital, se pasó con la mescalina.
- Chico, ¿has pensado cambiar de psicoanalista?, la que tienes no creo que te sea de gran ayuda, mescalina, qué barbaridad.
- Sólo ella me comprende Woody, bueno, ella y tú.
- Si quieres te puedo psicoanalizar yo entretanto tu psicoanalista se recupera.
- Sería interesante.
- Bueno, al menos yo no tomo mescalina, por el momento...

miércoles, 24 de octubre de 2012


Flores de mi pueblo (1).

Flores de mi pueblo (1). Óleo sobre lienzo. José Ramón Carballo. Octubre 2012.


El cuadro de la semana. Las Meninas. Diego Velázquez. 1656.

Cuando me llevaban al museo del Prado y veía este cuadro de niño siempre pensaba lo mismo: "quiero irme a jugar".
Ese cuadro me ponía triste, el tiempo había extendido sobre él su fina pátina que todo lo va borrando, confundiendo, difuminando.
Ahora, ya restaurado, resulta algo más alegre, no mucho, sigue teniendo algo profundamente solemne, imponente, como un cierto carácter reverencial, no sé, creo que sigo queriéndome ir a jugar cuando estoy delante de él.
Y es que las cosas tan precisas, acabadas, rotundas, perfectas, sin fisuras, me inquietan, no las soporto demasiado bien, prefiero la imprecisión, la imperfección, lo inacabado, da más margen a la imaginación, y siempre me hace más feliz imaginar que ver.
Creo que Velázquez monopolizó el acto creador totalmente y no dejó nada por completar al espectador.
El arte moderno, por el contrario, hace del espectador el creador último de la obra, él es quién la completa con su interpretación. La obra de arte moderno siempre está inacabada en su interpretación.

el paseante

He vuelto. Poema.



He vuelto

Ya he vuelto
He regresado
Me pregunto donde estaría yo
Perdido de ti
Gato
Sin tu suave tacto
Tu dulce ronroneo
Tu mirada de amor
Tan lejos de ti he estado
Tan lejos de mí
Porque estar cerca de ti
Es estar cerca de mí
Y estar contigo
Es estar conmigo
Porque tú eres yo
Y yo soy tú
En realidad
Y en el espejo de tus ojos
 Me miro
Como en un laberinto sin fin
Que refleja la belleza de mi alma
Que sólo tú puedes ver
Y que yo he olvidado

José Ramón Carballo
23 de octubre de 2012

Álbum de vacaciones (sept-oct. 2012).














He vuelto.

El paseante caracterizado como campesino alcarreño.
He vuelto. Ya estoy aquí.
Os quiero,
el paseante

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