50 – La historia
de Cachemir
La primera noche que Bruttini durmió en su recién estrenada
buhardillita antes de acostarse decidió bajar la basura, le daba pereza tener
que subirse luego los cuatro pisos de escalera pero decidió bajar, había restos
de pescado y con el calor que hacía el olor por la noche se hubiera hecho
insoportable en el reducido habitáculo de la buhardilla, apenas se vistió para
bajar, como era ligeramente exhibicionista jugaba a provocar con frecuencia, a
dejarse ver de forma ligeramente obscena o sensual, a seducir si se presentaba
la ocasión con sus artes de gran diva que aunque fuera de servicio en ese
momento siempre conservaba su punto de provocativo glamour, bueno, todo esto lo
pensaba él de sí mismo, no sabemos bien lo que pensarían los demás al verle,
tal vez a unos sedujera, tal vez a otros dejara indiferentes lo más seguro.
Pues bien, como iba diciendo bajó la basura y al ir a tirarla oyó detrás de los
cubos de basura un tímido y débil sonido que escuchando más atentamente notó era
de un minino, un gatito pequeño a juzgar por el tono tan bajo y el hilo de
sonido que apenas era audible. A
Bruttini los gatos le daban igual, siendo como era un chico de pueblo las veces
que había reparado en un gato había sido para tirarle una piedra o darle una
patada, ya se sabe lo insensibles y brutales que son con los animales en los
pueblos de España, baste ver la barbarie de las corridas de toros para darse
clarísima cuenta, pues bien, aquello que había detrás de los cubos no era un
Mihura precisamente, Bruttini no dedicó a aquel sonido ni un pensamiento, le
era indiferente la suerte de un pobre animalito abandonado como buen hijo de la
madre patria España que era.
Pero no sabía bien Bruttini en qué medida aquel fortuito
encuentro había de cambiarle la vida y hasta qué punto no volvería a ser nunca
más cruel e insensible con los animales después de aquella noche.
No se dio cuenta abstraído como iba en sus pensamientos que
el gatito le seguía decidido, se coló detrás de él en el portal y
silenciosamente fue subiendo la escalera de altos peldaños a trompicones como
pudo dada su escasa talla y poca fuerza debido a la desnutrición, fue al abrir
la puerta de la buhardilla cuando el gatito se le adelantó y se coló a la
velocidad del rayo en la casa sin que a Bruttini le diera tiempo a reaccionar,
y ni corto ni perezoso el pobre y atrevido animalito se fue directo a la cama
de Bruttini que ya tenía abierto el cobertor y se acurrucó de un brinco entre
las sábanas y las almohadas no sin antes lanzar un profundo resoplido de
reconfortante agradecimiento, alivio y bienestar.
(continuará)
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