Este tal Pereira está con la política hecho un lío, como yo, a él le tocó vivir la dictadura de Salazar en Portugal como redactor en un periódico de Lisboa, y a mi vivir la post transición democrática en España como redactor de un blog en Madrid, todo son paralelismos, épocas de cambios, transformaciones, crisis de conciencia, posicionamientos políticos. Pereira quiere esconderse en su intimidad, con su reciente viudez y la literatura francesa tiene bastante, ése es su mundo, pero el mundo de afuera llama a su puerta y tímidamente al principio pero decididamente después le deja pasar y llega incluso a dejarlo todo en un acto de valentía final sorprendente.
La novela de Antonio Tabucchi en la que se basa la película plantea que todos tenemos varias almas y que en un momento dado podemos dejar de utilizar la que venimos utilizando y pasar a utilizar otra transformándonos en alguien diferente, interesante punto de vista, eso le pasa a Pereira interpretado por Mastroiani, un Mastroiani muy en el papel de hombre corriente al que la historia le pasa por encima, me recuerda ligeramente el personaje que interpretó en Una jornada particular de Ettore Scola junto a Sofía Loren, un homosexual en la época del fascismo italiano al cual la historia también le pasa por encima.
La historia, lo quiera uno o no, siempre le pasa a uno por encima aunque uno se resista a ello o piense que no va a ser así, que su poder no es tan grande, la historia, o por mejor decir la intrahistoria de cada día nos va pasando por encima a todos, exigiéndonos a veces ciertos heroísmos de la suma de los cuales vienen las transformaciones.
el paseante
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