Blog dedicado a reflejar mi trayectoria vital y mis reflexiones.
lunes, 25 de agosto de 2014
Las aventuras de Pumby (8). La medalla de natación.
Las aventuras de Pumby. Memorias de un niño franquista. La medalla de natación.
Espectacular, un triunfador total, como los atletas griegos, aclamado, vitoreado, con los laureles de la gloria, está claro, estaba predestinado al triunfo, a ser un triunfador, me pregunto en qué momento se torció el asunto?
Había un campeonato de natación en la urbanización de la sierra de Madrid donde veraneábamos, a mí me daba vergüenza ganar pensando que después tendría que pasar por todo ese protagonismo que dada mi timidez me resultaba agobiante, bajé el ritmo a ver si me adelantaban pero ni por esas, se iba a notar que me hacía el remolón, y gané, con un tiempo peor al que podía haber tenido pero gané, yo no quería salir del agua, trágame tierra me decía a mí mismo, o por mejor decir, trágame agua, cuando veía a todos arriba en el bordillo felicitándome, aplaudiendo, reclamándome, mi padre incluido, aunque como de casta le viene al galgo a mi padre también le parecía todo demasiado exagerado, supongo.
Tuve que salir del agua y fingir alegría, emoción, una satisfacción inmensa, vaya tostón, y me auparon, como puede verse, me colgaron una medalla muy bonita por cierto que aún conservo guardada no sé bien dónde, me hicieron la foto que veis y alguna más, todo mientras mis compañeros de competición me miraban aviesamente y maldecían.
El resultado es una foto muy bonita para mi gusto dada la belleza del modelo, siempre he sido muy guapo, como dirían mi madre, mi abuela y mi tía, no es que estuviera muy musculado precisamente porque debía de tener unos 8 años, normal, y además entonces tampoco se estilaba el bodybuilding como ahora, pelo tenía mucho más, a la vista está, mucho más en la cabeza y mucho menos en el cuerpo, era más rubio y tenía, ésa es la principal diferencia, unas energías y una ilusión por la vida ilimitadas, igual que ahora, verdad?
Esa medalla fue un hito inolvidable en mi infancia, me inoculó el virus del triunfo, y ya tenía que triunfar en todo, en todo quería medallas, todo lo tomaba como una competición, nada de fracasos, fracasos fuera, sólo triunfos y más triunfos, mucho rollo, qué pereza, ahora me doy cuenta, pero hasta cuándo?
Pues muy sencillo, hasta que me convertí en el paseante y abrí un blog, y entonces llegué a la conclusión que el mayor triunfo es el fracaso, qué relax, si lo llego a saber entonces ni me tiro al agua.
el paseante
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