viernes, 3 de agosto de 2012

La lectura del fin de semana. Retorno a Brideshead. Evelyn Waugh. 1945.




En palabras de Waugh, la novela "trata de lo que la teología llama «la intervención de la gracia divina», es decir, el acto de amor unilateral e inmerecido por el que Dios llama continuamente las almas hacia Sí".

Imprescindible novela, imprescindible lectura.

La aristocracia terrateniente inglesa vista en sus usos y costumbres, en sus excesos y manías, desde los ojos asombrados de un joven burgués.
Un palacio barroco en mitad de la campiña inglesa, un Lord, Lord Marchmain, que vive retirado lejos de sus posesiones en la plácida Venecia.
Oxford, un lugar para hacer buenas amistades, las mejores, y la decadencia de una forma de vivir y entender la vida en un mundo, el de entreguerras, que discurre por nuevos rumbos.
Evelyn Waugh hace ante todo el retrato de la amistad entre dos jóvenes, una amistad romántica, cercana al amor, un amor adolescente entre dos jóvenes que despiertan a la vida y quedan sorprendidos por lo que ven, y reaccionan de diferente manera, uno la rechaza y el otro la acepta.
Charles Ryder es pintor, Lord Sebastian Flyte no es nada, pero en ocasiones es más artístico no ser nada y ser uno en sí mismo una obra de arte, una especie de personaje literario vivo.
Juntos viajan a Venecia, la Venecia del dolce far niente, refugio de snobs, buscavidas, y aristócratas que aburridos ya de todo buscan entre sus canales nuevas sensaciones.
Y después de estos emocionantes comienzos que tanto prometían, los amigos comienzan a distanciarse, toman caminos diferentes, Sebastian el de la rebeldía, la soledad, el placer, Charles el de acomodarse a una sociedad complaciente que rebosa encanto, la inglesa.
Pero siempre en sus corazones pervivirá la llama de ese sentimiento que fue traicionado.
¿Traicionado?
Sí, traicionado.
¿Por quién?
Lo mejor para saber qué sucede es leer la novela, deslizarnos sobre sus tranquilas aguas azul turquesa, entre su luz, surcar su belleza, como si subidos en una góndola contempláramos el sol coronando las cúpulas de oro de San Marcos.

el paseante

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