Yo también tuve mi pequeño Nicolás, fue hace algún tiempo,
ocupé un puesto de cierta relevancia y rápidamente se me pegó un pequeño
Nicolás, lo primero que llama la atención de estas personas es su insistencia,
son como una mosca, por mucho que trates de despegártelos es imposible, ante mi
indiferencia a sus llamadas y a las terceras personas cercanas a mí que
utilizaba como intermediarios un buen día se presentó de improviso en mi
despacho, y ahí comenzó mi fin, ellos saben cómo atacar a cada uno, son unos
psicólogos excelentes y enseguida detectó mi alma compasiva con lo cual jugó el
papel de víctima incomprendida y desaprovechada, en esos puestos de mucha
responsabilidad, presiones, tensiones y estrés uno necesita tener apoyo no
solamente profesional sino personal, tener con quién sincerarse como válvula de
escape y así acabó trabajando para mí, no sin antes, en el último momento antes
de que le fichara, desaparecer y no dar señales de vida durante unas semanas
supongo que para hacerme sentir que era más necesario de lo que yo imaginaba y
hacerse desear más, son, como digo, personalidades muy hábiles psicológicamente,
al final parece que el favor te lo hacen ellos a ti en lugar de tú a ellos y a
nada que te descuides se ponen en tu lugar, te echan y ni te vuelven a mirar a
la cara, son, en ese sentido, implacables.
Físicamente mi pequeño Nicolás se parecía al pequeño Nicolás
auténtico, aniñado, inmaduro, atrevido, simpático, liante, manipulador,
embaucador, pero sarna con gusto no pica como suele decirse, te hacen sentir en
el paraíso, son un apoyo y un escape psicológico fabuloso a tus crisis, dan
soluciones o se las inventan, hacen tráfico de influencias en el sentido
positivo del término, y son brillantes profesionales que no han tenido la
paciencia de abrirse camino profesional por impaciencia y exceso de ambición,
pensemos si no en las habilidades del pequeño Nicolás puestas al servicio de
empresas más altas lo que hubieran dado de sí, sería un crac, sus dotes no
tienen límite porque son grandes histriones en el sentido positivo del término,
grandes actores, y el mundo es, en definitiva, nada más que un teatro, por eso
triunfan siquiera sea momentáneamente, hasta que se les descubre el juego y
caen, dejando además un reguero de víctimas porque en su escalada no tienen
miramiento alguno en pisotear a aquellos sobre los que quieren encumbrarse.
Aún me acuerdo de las tretas de mi pequeño Nicolás, me
puenteaba en cuanto podía con mi jefe, tomaba decisiones por mí poniéndolas en
mi boca ante los demás, reenviaba a otros los emails que le enviaba, usurpaba
rangos, títulos, categorías, competencias, se arrogaba conocimientos, daba a
entender que su poder era inmenso y su capacidad de influencia sobre mí y mis
decisiones total.
Es difícil no caer en las garras de este tipo de personas,
el mundo es en general tan inhóspito que cuando aparece alguien así aunque sea
fingiendo uno cae, por eso comprendo a los que han caído, son personajes
altamente seductores, ambiguos, inasibles, son como tú quieres que sean, se
adaptan a tus necesidades, se convierten en tu sombra, tu alter ego, tu otro
yo, y al final te suplantan.
El mejor ejemplo de pequeño Nicolás lo da el cine, como siempre suele suceder, con una pequeña
Nicolasa, la Eva Harrington de Eva al desnudo, ahí tienen los aprendices de
pequeño Nicolás su mejor manual.
Por cierto, mi pequeño Nicolás me repudió en cuanto perdí el
poder, ya no le era necesario, es más, me fue desacreditando allá donde pudo y
generando odio en mi contra tratando de exculparse del reguero de víctimas que
dejó a su paso.
El paseante
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