ALGUNOS SE VAN A ESCANDALIZAR, NO ME GUSTÓ Ricardo III y sin
embargo me gustó París Manhattan, una peliculita un tanto intranscendente que
homenajea a Woody Allen, en principio no era mi primera opción pero ya en la
cola de los cines comprobé que mi primera opción, Los relatos salvajes, había
cambiado de horario, con lo cual decidí meterme a ver París Manhattan pensando
que era una película de Woody Allen, no os lo vais a creer pero la protagonista
de la película mantiene conversaciones imaginarias con Woody, igual que yo en
el blog, pienso que me han copiado la idea, aunque la verdad nada que ver , mis
conversaciones con Woody son geniales y las de la película no pasan de
curiosas.
La película habla del poder terapéutico del cine como
lenitivo de la vida, de sus inclemencias, contrariedades, desventuras, y de la
parcela de felicidad a la que cada uno creemos tener derecho, y de cómo esa
parcela de felicidad se llama en realidad amor, precioso romance que va
creciendo a la sombra de otro romance, romance que al final es bendecido por el
mismo Woody en persona, y en ciertos momentos emociona este ejercicio ligero de
ingenio y ternura a la par, muy en la línea del cine de Woody sin alcanzar su
nivel, todo hay que decirlo, pero con un halo de su misma atmósfera, se puede
ver, y más en estas fechas prenavideñas tan proclives a la lágrima fácil, por
cierto, el electricista está estupendo, al final la farmacéutica se lleva toda
una prenda y no ese yuppie gilipollas con el que no habría llegado a ninguna
parte, como dice el electricista: los dioses se dejan amar pero no aman, pues
eso, dejémonos amar tal vez algún día.
El paseante
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