73 – El que sufre
cada noche por tu amor…
Carballo decidió dar un paso adelante y ofrecerse al Divas
Club para actuar dada la pertinaz ausencia de Bruttini, había decidido ocupar
el hueco que había dejado el subcomisario sobre el escenario del Divas Club, y
para hacerlo el Comisario Carballo pensó que lo mejor era comenzar con un
número con el cual se sintiera profundamente identificado, con un artista que
estuviera hecho de su misma fibra sensible, por alguien que a Carballo le
emocionara por encima de todo, y a quién eligió?, pues al divo entre los divos,
al más grande, a un clásico indiscutible, al gran Raphael, para ello había
pensado ensayar el Yo soy aquel y El tamborilero, muy adecuado para las fiestas
navideñas, en el Divas ni dudaron ficharle, les pareció buena idea queriendo
como querían llenar el hueco que había dejado la Brutta, pero conseguiría
Carballo con su arte que el público olvidara la maestría de la Brutta?, al
menos lo intentaría, eso iba a hacer Carballo, intentarlo, lo primero que hizo fue
ir a la tienda de postizos y pelucas en la que había comprado la peluca de
crossdresser a lo Kim Novak, la pequeña tienda de la calle Magdalena, encargó
una peluca estilo Raphael, teñida de color caoba, y luego se dirigió al Corte
Inglés donde se compró un traje negro, una camisa negra y una corbata negra,
zapatos y calcetines negros ya tenía y cinturón también, todo negro en línea
con la imagen más clásica de Raphael, iba a arrasar pensó, el Divas no se
merecía menos, quería cuidar cada detalle para lo cual ensayó la canción
delante de un espejo y trató de afinar y modular la voz hasta que se pareciera
al tono grandilocuente y ceremonioso del gran Raphael, según iba perfeccionando
la actuación se quedaba perplejo contemplándose en el espejo y se le ponía la
carne de gallina de la emoción, el auditorio del Divas no podría imaginar algo
parecido, tan estrambótico y a la par sublime para ese lugar donde la
provocación máxima debía ir de la mano de la normalidad máxima dados los
excesos que se veían sobre el escenario continuamente.
Él sería Raphael, el epítome de Raphael, la esencia de
Raphael, un Raphael revisado desde el cariño y la exageración, desde el
amaneramiento, cierto histrionismo y la caricatura, pero a la vez un Raphael
tan cargado de sentimiento y emoción que el Divas no podría aguantar más y
estallaría en una profusión de vítores y aplausos que a Carballo le parecía
estar oyendo ya.
(continuará)
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