76 – Si ni yo
mismo muchas veces sé qué quiero…
El rollito Raphael a Carballo le había sacado de golpe de su
depresión crónica, una terapia imprevista, impensable, involuntaria incluso,
algo así como una dádiva caída del cielo, él seguía ensayando el Yo soy aquél
bajo la atenta mirada del gatito Cachemir, era ideal tener público en los
ensayos y Cachemir era su público, el mejor indicador de que su imitación de
Raphael iba por buen camino era que Cachemir no se durmiera, nadie debía
dormirse en una actuación del gran Raphael, ni siquiera un gato, estaba claro,
los ensayos continuaron de manera frenética, Carballo no lograba sacarse la
canción de la cabeza ni siquiera dormido, se había convertido en el mantra de
su vida, se sentía tan identificado con esa canción…, era su vida hecha
canción, mientras el tema de su transubstanciación en Raphael fue corriendo
como la pólvora por Madrid, al final transcendió que había un imitador de
Raphael más Raphael que el mismísimo Raphael, nadie sospechaba de Carballo pero
la prensa rosa le cercaba, al conserje de su casa tuvo que confesarle que
Raphael era en realidad él y le pidió que no dijera nada mientras le ponía una
cuantiosa propia en la mano, pero el poder de los medios era ilimitado,
compraba todo y Carballo se imaginaba con frecuencia que llegaría a ser
descubierto, se le acabaría el anonimato y no podría seguir siendo un anónimo
Comisario de policía por más tiempo, también se imaginaba que le pagaban
fortunas por entrevistarle en los programas del corazón, que le ofrecían galas
y hasta recitales, y hasta llegó a imaginar incluso que una cadena de
televisión nacional le ofrecía presentar las doce campanadas de fin de año
desde la Puerta del Sol, fantasías de Carballo, pero el caso es que la prensa
le rondaba, el Divas Club quería además que en la gala de navidad interpretara
el Tamborilero para lo cual debía empezar a ensayar también cuanto antes, si
bien esta canción le preocupaba menos porque era más tranquila y menos pasional
que el Yo soy aquél, nada del reto descomunal que esta canción emblemática de
toda una época representaba para cualquier intérprete que se preciara, y los
nervios iban apoderándose de Carballo, la presión mediática, la cercanía de su
actuación en el Divas Club, y los sueños que a veces descubría se echaba
Cachemir mientras él ensayaba, le tenían preocupado, desvelado por la noche,
intranquilo, aquella canción le había salvado de la depresión pero se preguntaba
si no acabaría matándole de los nervios que estaba pasando, le dio por pensar
que acabaría muriendo de un infarto sobre el escenario del Divas, su hipocondría
se había disparado, y de la felicidad pasó a la preocupación lo cual no
convenía a los ensayos y podía repercutir negativamente en su interpretación de
Raphael la noche de su estreno, para rematar la faena recientemente dos afamados
y reputados artistas, Pastora Soler y Joaquín Sabina, habían tenido serios
episodios de pánico escénico, se preguntaba Carballo si él sería víctima
también del pánico escénico en la noche de su debut.
(continuará)
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