74 – Yo soy aquél
que por quererte da la vida…
También, pensó Carballo, podría imitar a Camilo Sexto, pero
no quería dispersarse demasiado, debía más bien ir poco a poco, primero se
centraría en Raphael y en su Yo soy aquél, eso pensó Carballo, además debería
comprarse una peluca diferente para la imitación de Camilo Sexto y eso era ya
demasiada peluca, en la tienda de postizos le iban a dar un diploma al mejor
cliente a este paso, para la imitación de Raphael decidió meterse en el papel
totalmente y a excepción del trabajo en la Comisaría iba a todas partes
transmutado en Raphael y comportándose como él, tan real era su actuación que con
frecuencia por la calle le paraban para pedirle autógrafos, los cuales él
firmaba encantado como prueba del éxito de su parodia, al principio le
resultaba divertido que le confundieran pero pronto empezó a sentirse incómodo
y decidió bajar el ritmo, ir de Carballo sin más de vez en cuando, pero
entonces se daba cuenta de una manera abrumadora de su insignificancia y se
deprimía aunque cuando iba de Raphael por el contrario tanta popularidad le
abrumaba, en una ocasión en plena Gran Vía tuvo una situación embarazosa y es
que se encontró de cara con la mismísima Alaska que se arrojó en sus brazos y
le dio dos cariñosos besos, ante semejante imprevisto y el apuro de ser pillado
quedó como un antipático y le dijo que llevaba mucha prisa saliendo a la
carrera, Alaska se quedó con un palmo de narices y Carballo, aún un tanto
bolado, se preguntaba mientras corría Gran Vía abajo si Alaska habría
descubierto el engaño, pero las cosas se complicaron aún más otro día que se
fue a hacer la compra al supermercado de El Corte Inglés de esa guisa, es
decir, de Raphael, y al volver la esquina del pasillo de las conservas vio
pasar al fondo en la lejanía a la mismísima Natalia Figueroa, la mujer de
Raphael en persona, que en cuanto le vio salió disparada hacia él diciéndole en
voz alta: pero cariño tú también por aquí, a lo cual Carballo salió a la
carrera como si le hubiera pillado su mujer cometiendo una infidelidad. Lo
cierto es que sus escarceos raphaelistas estaban dejando en muy mal lugar al
verdadero Raphael pero a Carballo le demostraban la genialidad de su parodia,
porque era, o eso le parecía a Carballo, más Raphael que el mismo Raphael, el
Divas Club se iba a venir abajo en vítores y aplausos con su actuación, incluso
se le había ocurrido una idea genial, como todas las de Carballo, y era invitar
al mismísimo Raphael a ver su actuación, incluso podría invitar a su mujer
también y a la mismísima Alaska, qué fuerte, pensó Carballo, para quién esta
actuación se estaba convirtiendo en algo tan emocionante como un orgasmo. No
sabía si invitar incluso a los medios, el programa Sálvame, Donde estás
corazón, etc…
A todo esto el conserje de su casa estaba convencido de que
Raphael se había mudado al edificio, no era sino cuestión de tiempo que la
prensa se apostillara delante del portal para conseguir una exclusiva, qué
fuerte!, las cosas se le estaban yendo de las manos a Carballo, todo esto era
algo impropio de un Comisario de policía de su categoría pero no podía
evitarlo, era como estar subido a una montaña rusa, no era capaz de parar.
(continuará)
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