lunes, 21 de julio de 2014

La película de la semana. Un crimen perfecto. Andrew Davies. 1998.



Perfecto, lo que se dice perfecto, tampoco es que fuera, más bien lo contrario, imperfecto en sus consecuencias un tanto imprevisibles, aunque pudiera haber parecido perfecto al pensarlo no lo fue al ejecutarlo, es el problema de la realidad, que es perfecta en su imperfección, es decir, impredecible.

Se trata de una película propia de cine de verano, de esas en las que todos murmuran o exclaman o cuchichean a la vez, me encanta cuando al unísono la audiencia reacciona ante lo que sucede en la pantalla, es como si la película tuviera el poder de hechizarlos, de hacerles vivir siquiera sea fuera por un rato fuera de la realidad, de meterse hasta el tuétano en la ficción, es lo que te sucede cuando eres niño y el cine te abre a un nuevo conocimiento de la realidad, más rápido, sugerente, enriquecedor, más intenso, no aburrido como en la vida cotidiana en general.

Si se trata de una película de cine de verano es porque es puro cine sin más, es decir, sin aditamentos literarios, estéticos, intelectuales, filosóficos, de autor, escuela, sin pretensiones extra cinematográficas, el cine con este tipo de películas vuelve a sus orígenes, el entretenimiento, la fantasía, la diversión, me gustan estas películas tan puras e irreales porque se ciñen totalmente a la esencia última del fenómeno cinematográfico, son como una pleamar de cine que todo lo inunda y al salir de ver la película uno sigue dentro de la película porque le ha atrapado hasta tal punto que ha dejado un sedimento perenne que ya nunca se irá, el de un acontecimiento intenso vivido siquiera sea como ficción, pero vivido en tanto en cuanto uno queda abducido por la película, desconectado de la realidad cotidiana, inmerso en su trama, preso de su fascinación.

Puro cine al más puro estilo Hollywood, imbatible, el cine ha ido teniendo progresivamente otros usos sucesivos, pero este uso primigenio es la esencia de lo cinematográfico sin duda y cuando uno vuelve a contemplarlo lo hace con ojos de niño que todo se lo cree, que todo lo quiere averiguar, saber, vivir, siquiera sea a través de la pantalla de proyección y por un rato, el que dura la película.

el paseante


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