Rydal pasó luego delante de un espejo de unos diez pies de alto que había en la pared, cruzó un saloncito, pequeño e impersonal, donde había otro cuadro oscuro y una maceta con helechos secos, y se dirigió hacia otra escalera que descendía en otra dirección. En el piso inferior una mujer alta y algo angulosa, vestida con un traje de tweed, nada masculina pero sí tan plana y asexuada que parecía salida de un figurín británico de los años veinte, pulsó el botón de llamada del ascensor muy segura de sí misma, y, con sus ojos serenos de color verdoso, devolvió la mirada a Rydal, que había fijado la vista en ella. Rydal sostuvo la mirada algo más de lo que es habitual cuando no se hace más que observar de pasada a una persona desconocida en el vestíbulo de un hotel, pero es que éste era otro juego al que se dedicaba, y el hotel Melchior Condylis era un lugar muy apropiado para practicarlo. El juego podía denominarse la "Aventura". Su objetivo era llegar a encontrar la "Persona Adecuada" que podía ser hombre o mujer. Algo sucedía cuando los ojos tropezaban con los de esa "Persona". Ambos se quedaban sorprendidos de reconocerse, uno de ellos empezaba a hablar y corrían algún tipo de "Aventura" juntos; pero eso solamente sucedía si había algo especial en sus ojos, si no, no pasaba absolutamente nada.
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