Tenía 18 años cuando compré y leí este libro, Greene me encantaba, hasta entonces había leído alguna novela suya prestada por mi tío, pero ésta salió ese año, su última novela, era un Greene algo diferente pero en esencia el mismo, el contexto de la acción era más moderno, pero los temas de fondo eran los mismos, la lealtad a uno mismo, el juego del destino, lo inexplicable que para los demás suele resultar la conducta ajena y sin embargo sus profundas raíces.
Greene va desvelando todo eso en un delicioso tempo que parece más propio de un músico que de un escritor, no falta nunca la melodía de fondo de la vida y sobre ella escrita alguna que otra disonancia que hace que la trama vaya avanzando, condensándose, intrigando, sorprendiendo, y, sobre todo, haciendo pensar, reflexionar, conocernos mejor a nosotros mismos e identificándonos con esas profundas razones del protagonista.
Héroe o traidor, depende, uno no se traiciona nunca a sí mismo aunque lo parezca, puede acabar traicionando todo pero en esencia uno nunca traiciona sus valores más firmes, sin los cuales no podría vivir, una vez que se van desgranando los motivos, los porqués, las razones, uno vuelve a brillar con su luz de siempre, aunque haya pasado por una etapa oscura en la que todo le volvió la espalda.
Lo principal es que no nos volvamos la espalda a nosotros mismos, eso parece querer decirnos Greene en todas sus novelas y en ésta especialmente, y de una forma magistral.
Es de esos libros que según se va terminando uno siente pena porque ya nunca más podrá volver a sentir el placer de descubrir la magia de su lectura por primera vez.
el paseante
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