23 – Cena en casa
de Bruttini
La cosa fue fenomenal, todo como la seda, la casa de
Bruttini resultó ser un piso de mediano tamaño en pleno centro histórico de su
pueblo, un pueblo por otro lado con mucho encanto, rodeado de huertas, con
numerosos edificios históricos y un gran palacio que presidía todo, el entorno,
según pudo apreciar Carballo al acercarse el tren a la estación, era un vergel,
rodeado de huertas y grandes extensiones de cultivo, con un río caudaloso y
tranquilo, cuyas aguas se remansaban en suaves meandros en cuyas riberas
crecían frondosos sauces cuyas ramas parecían acariciar las limpias y quietas
aguas que como un espejo reflejaban la intensa luz del sol de julio, al poco de
llegar a la estación, un edificio de gran mérito arquitectónico con azulejos
alusivos al lugar, comenzó a anochecer, Bruttini había ido a buscar al
Comisario a la estación, se dieron un abrazo y comenzaron a caminar por entre
largas alamedas hasta llegar al pueblo y luego callejeando hasta la casa de
Bruttini por entre callejuelas típicas que parecían el decorado para una
película.
Al llegar les recibió su mujer, la casa olía a algo
delicioso, a Carballo se le abrió el apetito imaginando el suculento banquete
que le esperaba, la mujer de Bruttini sorprendió a Carballo, nada que ver con
Bruttini, era espigada, con un porte ligeramente elegante y un punto
melancólico pese a tener un gesto de persona luchadora, decidida y tenaz,
resolutiva en definitiva, si bien no podía decirse que fuera guapa tenía cierto
atractivo y un encanto especial que a Carballo le pareció que no dejaba ver de
entrada sino que había que descubrir según fuera tomando confianza, timidez en
definitiva, los chicos eran muy majos, la niña pequeña de apenas 10 años un
amor, dulce y tierna, tremendamente femenina, el chico mayor serio y altísimo,
le sacaba la cabeza a Bruttini, y el mediano miraba a Carballo de hito en hito
como diciendo, y este tío tan raro quién diablos es.
Carballo comenzó a desplegar sus instintos seductores dando
a cada cual su ración, al cabo de un rato estaban todos rendidos a sus pies, la
mujer de Bruttini le sonreía cariñosamente y le ofrecía más comida, el chico
mayor le trajo una foto de Carballo bajada de internet para que se la dedicara
y así poder enseñársela a sus amigos, la niña le había hecho un dibujo
especialmente para la ocasión, un dibujo
de Hello Kitti, cómo no, y el niño mediano le trajo, para no ser menos que sus
hermanos, un balón de reglamento para que lo firmara Carballo que se sintió al
hacerlo como el mismísimo Ronaldo.
La casa estaba decorada con gusto, muebles antiguos
seguramente herencia de familia y pequeños objetos artísticos por todas partes,
impolutamente limpia y ordenada, se veía que ese hogar funcionaba como un reloj
y según parecía todo bajo la tutela de la madre que parecía, a juzgar por los
detalles, toda una madraza, Bruttini por su parte a simple vista tenía poco que
ver con su familia, los hijos no se parecían demasiado a él, habían salido a la
madre, la cual además le trataba como un hijo más, el cuarto hijo, Toni
Bruttini.
Para obsequiar a la mujer de Bruttini, Carballo llevó un
gran ramo de rosas, y ahí fue donde cayó rendida ante el savoir faire, la elegancia y la caballerosidad de Carballo.
Cuando terminó la cena los chicos recogieron la mesa y al
rato apareció Maritzia, la mujer de Bruttini, para tomarse un licorcito junto a
Carballo y Bruttini, los cuales degustaron mientras unos Cohibas que Bruttini
había comprado para tan magno acontecimiento.
Al poco Carballo comentó que su tren partía en breve y
Bruttini le acompaño hasta la estación paseando entre jardines con una
impresionante luna llena de verano presidiendo el firmamento.
-
Comisario, qué le ha parecido mi familia?
-
Excelente, Bruttini, estoy impresionado, ha
tenido mucha suerte, estará feliz teniendo una familia así?
-
Bueno, verá, por supuesto, pero a veces tenemos
crisis, me refiero entre mi mujer y yo.
-
Claro, lógico, ésa es la sal de la vida. Ya lo
dice el refrán, amores reñidos son los más queridos.
-
Yo envidio su libertad Comisario.
-
Ya Bruttini, sin embargo a mí me gustaría tener
una familia como la suya, no sabemos valorar lo que tenemos hasta que lo
perdemos.
-
Gracias Comisario.
-
Gracias por qué?
-
Por ser como es, nada más.
-
Y eso?
-
Yo me entiendo…
(continuará)
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