lunes, 28 de julio de 2014

Cena en casa de Bruttini (Un asesino en las calles 23).




23 – Cena en casa de Bruttini

La cosa fue fenomenal, todo como la seda, la casa de Bruttini resultó ser un piso de mediano tamaño en pleno centro histórico de su pueblo, un pueblo por otro lado con mucho encanto, rodeado de huertas, con numerosos edificios históricos y un gran palacio que presidía todo, el entorno, según pudo apreciar Carballo al acercarse el tren a la estación, era un vergel, rodeado de huertas y grandes extensiones de cultivo, con un río caudaloso y tranquilo, cuyas aguas se remansaban en suaves meandros en cuyas riberas crecían frondosos sauces cuyas ramas parecían acariciar las limpias y quietas aguas que como un espejo reflejaban la intensa luz del sol de julio, al poco de llegar a la estación, un edificio de gran mérito arquitectónico con azulejos alusivos al lugar, comenzó a anochecer, Bruttini había ido a buscar al Comisario a la estación, se dieron un abrazo y comenzaron a caminar por entre largas alamedas hasta llegar al pueblo y luego callejeando hasta la casa de Bruttini por entre callejuelas típicas que parecían el decorado para una película.
Al llegar les recibió su mujer, la casa olía a algo delicioso, a Carballo se le abrió el apetito imaginando el suculento banquete que le esperaba, la mujer de Bruttini sorprendió a Carballo, nada que ver con Bruttini, era espigada, con un porte ligeramente elegante y un punto melancólico pese a tener un gesto de persona luchadora, decidida y tenaz, resolutiva en definitiva, si bien no podía decirse que fuera guapa tenía cierto atractivo y un encanto especial que a Carballo le pareció que no dejaba ver de entrada sino que había que descubrir según fuera tomando confianza, timidez en definitiva, los chicos eran muy majos, la niña pequeña de apenas 10 años un amor, dulce y tierna, tremendamente femenina, el chico mayor serio y altísimo, le sacaba la cabeza a Bruttini, y el mediano miraba a Carballo de hito en hito como diciendo, y este tío tan raro quién diablos es.
Carballo comenzó a desplegar sus instintos seductores dando a cada cual su ración, al cabo de un rato estaban todos rendidos a sus pies, la mujer de Bruttini le sonreía cariñosamente y le ofrecía más comida, el chico mayor le trajo una foto de Carballo bajada de internet para que se la dedicara y así poder enseñársela a sus amigos, la niña le había hecho un dibujo especialmente para  la ocasión, un dibujo de Hello Kitti, cómo no, y el niño mediano le trajo, para no ser menos que sus hermanos, un balón de reglamento para que lo firmara Carballo que se sintió al hacerlo como el mismísimo Ronaldo.
La casa estaba decorada con gusto, muebles antiguos seguramente herencia de familia y pequeños objetos artísticos por todas partes, impolutamente limpia y ordenada, se veía que ese hogar funcionaba como un reloj y según parecía todo bajo la tutela de la madre que parecía, a juzgar por los detalles, toda una madraza, Bruttini por su parte a simple vista tenía poco que ver con su familia, los hijos no se parecían demasiado a él, habían salido a la madre, la cual además le trataba como un hijo más, el cuarto hijo, Toni Bruttini.
Para obsequiar a la mujer de Bruttini, Carballo llevó un gran ramo de rosas, y ahí fue donde cayó rendida ante el savoir faire, la elegancia y la caballerosidad de Carballo.
Cuando terminó la cena los chicos recogieron la mesa y al rato apareció Maritzia, la mujer de Bruttini, para tomarse un licorcito junto a Carballo y Bruttini, los cuales degustaron mientras unos Cohibas que Bruttini había comprado para tan magno acontecimiento.
Al poco Carballo comentó que su tren partía en breve y Bruttini le acompaño hasta la estación paseando entre jardines con una impresionante luna llena de verano presidiendo el firmamento.

-          Comisario, qué le ha parecido mi familia?
-          Excelente, Bruttini, estoy impresionado, ha tenido mucha suerte, estará feliz teniendo una familia así?
-          Bueno, verá, por supuesto, pero a veces tenemos crisis, me refiero entre mi mujer y yo.
-          Claro, lógico, ésa es la sal de la vida. Ya lo dice el refrán, amores reñidos son los más queridos.
-          Yo envidio su libertad Comisario.
-          Ya Bruttini, sin embargo a mí me gustaría tener una familia como la suya, no sabemos valorar lo que tenemos hasta que lo perdemos.
-          Gracias Comisario.
-          Gracias por qué?
-          Por ser como es, nada más.
-          Y eso?
-          Yo me entiendo…

(continuará)


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