24 – Confidencias
en la cama
Cuando llegó a casa Bruttini, su mujer estaba desnudándose,
Bruttini pudo ver al entrar en el dormitorio cómo se estaba quitando el
liguero negro, a juego con un conjunto de braguita y sujetador de encaje también
negro, era la ropa interior que más excitaba a Bruttini, negra y de encaje y
además con liguero, Maritzia lo sabía bien y procuraba mostrarse así antes de
ir a la cama, llevaba además aún puestos unos zapatos de tacón de aguja rojos que
la estilizaban y hacían aún más deseable elevando sus nalgas y haciéndolas
voluptuosamente visibles, al entrar Bruttini ella soltó la cinta roja que
sujetaba su oscuro cabello el cual cayó sobre sus hombros de una forma
provocativa y tentadora, o eso al menos percibió Bruttini, cuya hombría se
sentía directamente aludida en toda aquella aparentemente involuntaria
parafernalia que su mujer desplegaba en ciertas ocasiones.
-
Pero Maritzia, por qué te pusiste precisamente
hoy esa ropa interior tan sensual?
- Me gusta
arreglarme bien cuando vienen visitas a casa.
-
Pero el Comisario no iba a ver tu ropa interior…,
supongo…
-
Ya, pero me hace sentirme bien a mí por dentro y
eso se nota también por fuera.
-
Te ha gustado Carballo?
-
Es un hombre muy atractivo, dime, hay alguna
mujer?
-
Yo creo que debe haberla…
-
La conoces?
-
No, no la conozco, es una suposición, un hombre
así gusta mucho a las mujeres, seguro.
-
Oye Brutti, cielo, tú me quieres?
-
Pero qué cosas me preguntas, yo te adoro, ven
aquí muñequita mía.
-
Brutti no seas bruto, tranquila, verás cómo te
gusta…
-
Ay!, tranquila, así despacio, muy bien, lo estás
haciendo muy bien, no, no, no te quites las ligas todavía, me gusta verte con
ellas puestas hasta el final. Estás muy caliente cariño…
-
Es que me pones a cien, es tu sangre siciliana,
que me pone.
-
Uf!
(continuará)
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