27 – Carballo y la
soledad
Carballo era un gran solitario, acreditado solitario,
empedernido solitario, lo había sido durante toda su vida con algún que otro
paréntesis, pero su estado natural era la soledad, no se sentía del todo bien
estando solo pero sí mejor en general que acompañado, estando en pareja al
final las cosas se complican, uno acaba perdiendo su independencia, haciendo lo
que no quiere hacer, aguantando las neuras ajenas, un infierno, era su
experiencia, su balance, ahí, en ese punto, resistía añorando en ocasiones
estar acompañado y otras disfrutando febrilmente de su libertad e
independencia.
El contacto con la familia Bruttini le había hecho recordar las ventajas de tener una familia, sin embargo
Bruttini vivía agobiado, lógico, no hay estado perfecto, lo mejor era no pensar
demasiado, procurar no sentirse enjaulado, en definitiva una jaula es todo, la
vida en realidad es la jaula, lleves la vida que lleves, casado o soltero, uno
lleva la jaula o la libertad dentro de sí mismo, la libertad es la imaginación,
tu riqueza interior, tu libertad de pensamiento, Bruttini envidiaba la libertad
de Carballo sin saber de la amargura de las horas solitarias, desde fuera
idealizamos lo que no conocemos en profundidad, por eso al chico siempre le recomendaba
Carballo el relativizar, tomar perspectiva, tener una visión lo más amplia
posible, avanzar sin demasiadas reticencias, y es que el análisis continuo, el
balance reiterado, no hacen con frecuencia más que desestabilizarnos,
dificultar que la vida fluya con total normalidad, hay que llevar una vida
normal, pero qué es eso?, se preguntaba Carballo, era Carballo normal?, era
normal Bruttini?, en un análisis comparativo rápido podría resultar Bruttini
más “normal”, pero deteniéndonos a analizar a ambos con calma tal vez las tornas
se invertirían.
(continuará)
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