32 – La historia
de Bruttini
Carballo y Bruttini dormían plácidamente, bueno, no tan
plácidamente, en realidad Bruttini tenía terribles pesadillas, soñaba que Maritzia intentaba de nuevo volver a
castrarle, se despertaba alterado y sudoroso, gritando, Carballo por su parte
tenía sus sueños eróticos habituales, sus erecciones nocturnas, era en sueños
donde recuperaba plenamente su virilidad, una noche que Bruttini se despertó
alterado por una de sus pesadillas se fijó en la tremenda erección de Carballo y
se echó a llorar amargamente.
-
Comisario, yo nunca podré tener una erección
como la suya.
-
Tranquilo Bruttini que recuperará su potencia
sexual, no se preocupe.
-
Le digo que no, que esto no va bien.
-
No sea pesimista, ya verá como todo se arreglará
poco a poco.
Para remate su mujer no quería saber nada de él, se vio con
ella para decirla que la perdonaba y que retiraría los cargos contra ella, pero
ella le dijo que no quería saber nada de él, que había conocido en la cárcel a
una reclusa y se había enamorado de ella porque recibía de ella toda la ternura
que él había sido incapaz de darle durante tantos años de matrimonio, el chico
se vino abajo, Maritzia pidió el divorcio y alegó maltrato psicológico, como
tocó que lo juzgara una jueza feminista el resultado fue que la custodia de los
niños fue para Maritzia y Bruttini tenía que pasarla una pensión mensual
altísima.
Bruttini se fue recuperando físicamente poco a poco,
lentamente, tenía que ir a rehabilitación del miembro viril dos veces por
semana, en el ambulatorio tenían unas enfermeras especializadas en este tipo de
casos, masajes, caricias…, todo a fin de que el miembro fuera recuperando la
sensibilidad y pudiera volver a estar erecto y realizar el coito completo. Pero
Bruttini nunca llegó a recuperarse psicológicamente pese a que comenzó a ir al
psicoanalista, un argentino experto en traumas sexuales llamado Walter, al
intentar mantener una relación sexual con una mujer Bruttini sentía siempre una
especie de fobia que le impedía seguir adelante, visualizaba a Maritzia con el
cuchillo en la mano y la vista se le nublaba.
El chico al final sufrió una transformación radical y acabó
de cross dresser en un club de Chueca, se hacía llamar la Brutta, pese a todo
siguió en el Cuerpo de Policía sin perder ni un ápice de su proverbial
profesionalidad.
(continuará)
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