Sinatra, siempre Sinatra, My way of life, na na na na na na…,
tocaban en la estación de Canal esta canción con un piano acústico y resonaba
en la perfecta acústica catedralicia de la estación de metro como si de una
música sacra se tratara, y lo es al menos para mí, Sinatra es para mí el Bach
de la modernidad, sin dudarlo, y My way of life el credo por el que he
gobernado mi vida, en esa canción estoy contenido yo al 100%, toda mi lucha, mi
nostalgia, mi melancolía, mi sentimiento, mi emotividad… Me visualizo cada vez
que oigo la canción paseando bajo una débil llovizna en New York y entrando a
tomar una copa en un bar del West End que no sé ni dónde está.
Me puso nostálgico oír la canción, recorrí en el transbordo
de línea toda la estación en diagonal, subí las escaleras mecánicas y los
acordes me seguían como queriendo decirme algo, como si llamaran a la puerta de
mi alma, tan cerrada últimamente, para que los dejara entrar y me convirtieran
de nuevo en un ser humano con sentimientos, perdiendo así la dureza que la
ciudad va imprimiendo en nosotros día tras día, eché un euro al pianista que me
sonrió y al que devolví emocionado la sonrisa diciéndole, muy bien, preciosa
canción.
Y seguí mi camino, me subí al vagón, se cerraron las puertas
y del otro lado quedaron los acordes de
Sinatra que yo iba cantando para adentro rememorando su voz única, su manera de
decir tan emocionante, su elegancia innata, su filosofía de vida tan poética,
tan mía, mientras el tren se internaba en la oscuridad del túnel.
El paseante
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