Betylo, Betyli nos ha abandonado, fue ponerte su nombre y
nos dejó, cosas de brujas, y la cabra también nos ha abandonado, ¿le
recuerdas?, pues igual, ha desaparecido, así que a partir de ahora ya no te
llamas Betylo, vuelves a llamarte Negrito como siempre, menos mal que no te
puse cabrito en honor a la cabra, aunque cabrito eres un poco la verdad, sobre
todo cuando te haces pis en mis zapatos, bueno, no me enfado, sólo me faltaba
que tú también me abandonaras, si te digo la verdad me tenían ya un poco harto,
Betyli con su cita a ciegas y su obsesiva fijación con el amor, como si el amor
lo vendieran en los supermercados o algo así, y la cabrita con su pertinaz
ateismo, del cual encima hacía ostentación, tenía a gala ser ateo como si fuera
un honor, como quién lleva una condecoración, cuando lo que debería hacer es
callárselo y disimular, ocultarlo, menudo bochorno.
No hay quién pueda con ellos, son un tanto recalcitrantes,
para mí que les falla algo en el coco, que muy normales no son, algo por otra
parte normal tratándose de mis amigos, nunca he tenido un amigo normal en mi
vida, y si al conocerlos eran normales en el contacto conmigo se volvían
siempre raros, extraños, les daba por pensar, decir, hacer, cosas
estrambóticas, se volvían estrafalarios, tal vez queriendo seguir mi ejemplo,
sin saber que yo ni siquiera eso quiero ser porque por no querer ser no quiero
ser nada, a veces, con frecuencia, no quiero ser ni yo mismo.
Como te iba diciendo Betylo, nos han abandonado, pero mejor,
pues no estamos a gusto tú y yo, tan tranquilos, tú haciéndote pis en mis
zapatos y yo regañándote, de lujo, ésa es, sin dudarlo, la verdadera amistad,
la que sólo puede darse entre un gato y un hombre o lo que yo sea, que ya no sé
ni lo que soy, la que puede darse entre dos seres vivos, dejémoslo ahí,
mamíferos por más señas y residentes en Madrid.
El paseante
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