Bueno, Bety, te cuento un poco, mira, yo ya he pasado por
todo eso por lo que tú ahora en la cincuentena comienzas a pasar, yo tengo ya
mucha carrera hecha, la carrera de la calle, como las prostitutas, lo de las
citas a ciegas lo probé también en mi juventud, como a los 25 probé todo, y lo
probé poco porque enseguida me di cuenta de que no funcionaba, me pareció que
era evaluado como una mercancía, como los esclavos cuando eran vendidos en la
antigüedad y que a la vez yo hacía lo mismo, era una especie de trueque, a ver
qué me ofrecen, a ver si lo que ofrezco interesa, dada mi innata timidez, mi
innata asociabilidad, y mi innata falta de habilidades de comunicación en esas
circunstancias tan sumamente estresantes, el fracaso estaba servido, además
creo que el planteamiento en sí de las citas a ciegas está llamado al fracaso,
hay muchos factores ad extra como para que así sea dado que se ponen en marcha
todas nuestras inseguridades y vulnerabilidades, todos nuestros complejos, de
los cuales el amor propio herido puede ser la fundamental, es decir, antes de
que me digan que no digo yo que no, me autoconvenzo de que me van a decir que
no y me autoconvenzo de que por ese motivo debo decir que no, resumiendo, las
citas a ciegas tienen las siguientes posibilidades, como permutaciones de dos
elementos desde un punto de vista matemático que son, es decir: sí-sí, sí-no,
no-sí, no-no. Te recuerdo Bety que de matemáticas sé algo, hice bachillerato de
ciencias pese a haber estudiado Derecho.
Pues bien, todas mis citas a ciegas dieron el mismo
resultado: no-no.
El resultado sí-sí sólo se da en las películas.
el paseante
p.d.- y luego está el tema de mi pereza, yo no tomaría ni el metro a Canillejas para ir a una cita a ciegas, así que ni te cuento de cruzar el Atlántico, según volara sobre el océano seguro que me arrepentía, secuestraba el avión y volvía a casa, qué pereza por Dios...
p.d.- y luego está el tema de mi pereza, yo no tomaría ni el metro a Canillejas para ir a una cita a ciegas, así que ni te cuento de cruzar el Atlántico, según volara sobre el océano seguro que me arrepentía, secuestraba el avión y volvía a casa, qué pereza por Dios...
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