martes, 19 de junio de 2012

Gente que viaja en el metro (2).


Observo a la gente en el metro por las mañanas y no me parecen felices, gestos tristes de preocupación, miradas perdidas en el vacío, tensión, espera...
La gente espera permanentemente que suceda algo que desea y no suele suceder, y también espera que no suceda algo que no desea pero que suele suceder, lo sé por propia experiencia.
También en ocasiones sucede lo que deseábamos pero esto nos defrauda, lo habíamos imaginado de otra manera, la realidad es imprevisible, y hasta que no se experimenta no se puede conocer.
Nos movemos siempre en el terreno de los deseos, el hombre no es sino un animal de deseos, generalmente de deseos frustrados, de traumas, de deseos reprimidos, de frustraciones.
La frustración y el consiguiente trauma es la esencia del hombre.
Es en esa dinámica de pensamiento en la que vive permanentemente.
Pocas veces se conforma el hombre con lo que tiene o puede alcanzar, necesita siempre más, un coche mejor, una casa mejor, un trabajo mejor, más dinero, una pareja mejor, más diversión, más estatus, más reconocimiento...
Pero en esta escalada ilimitada hasta el infinito, al hombre no le acompaña durante todo el tiempo sino el deseo, la frustración, el trauma, es como si en esa carrera ascendente nunca pudiera llegar a ser feliz.
¿Y qué le espera al hombre en la cima?
¿Le espera al fin la felicidad?
Le espera más bien la insatisfacción última consigo mismo, origen de todo, su imposibilidad de ser su mejor amigo, de quererse, cuidarse a sí mismo, de saber estar solo, y de ser feliz.

el paseante
 

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