martes, 5 de junio de 2012

La película de la semana. Martín Hache. Adolfo Aristarain. 1997.


Eusebio Poncela, Federico Luppi, Cecilia Roth, Juan Diego Botto...
Dirige Adolfo Aristarain.
Año 1997.
Parece que fue ayer...
Es una película de rojos, como diría mi padre, y encima argentinos, de exiliados rojos argentinos, lo peor de lo peor, según mi padre claro, él nunca la veía, pese a ser un gran cinéfilo y haberme iniciado en el amor por el séptimo arte, tiene sus prejuicios ideológicos, uno de ellos es el cine español, dice que sólo se dedican a meterse con Franco, que no tienen otro tema, y otro prejuicio es el cine de argentinos exiliados, como él lo denomina, Luppi y compañía, y ni hablar del clan Bardem, en fin, eso ni mentárselo.
Es una pena porque la película, si fuera capaz de llegar a verla, le encantaría seguro.
Se me olvidaba, otro anatema para él es Almodóvar, es como el maligno, algo insuperable.
Y le pasaría lo mismo con Almodóvar, si fuera capaz de romper los prejuicios ideológicos y enfrentarse con ese cine del que abomina, sé que le encantaría, aunque aún más difícil que conseguir que viera estas películas, siquiera una, sería que reconociera que le ha gustado.
Mi padre es una persona de convicciones firmes.
Bueno, al grano, que me he vuelto a ir por las ramas...
La escena de la foto es única, irrepetible, y fundamental en la película, yo me identifico totalmente con esa escena y con el personaje de Eusebio Poncela.
Eusebio Poncela representa a un actor en la película, y en la escena interpreta una obra de teatro de vanguardia, podría ser Bertold Bretch, creo recordar que se trata de Esperando a Godot.
En mitad de la representación se quita la peluca, la tira al suelo, se encara con el público, lo increpa, y sale de la sala por el patio de Butacas, al salir a la calle irrumpe en una carcajada salvaje.
¿Y qué dice al público?
Pues les viene a decir algo así como que son unos pretenciosos, que no hacen nada para que las cosas cambien y mejoren, que están apoltronados, y que van al teatro para sentirse muy de izquierdas, "de izquierdas que te pasas", y muy intelectuales, que van a ver "obras, durísimas, durísimas, tío", les dice que le dan asco y se va.
Esto sí que es cuidar a tu público.
Lo demás son tonterías.
Pero la escena es insuperable en forma, contenido, interpretación, sorpresa.
Poncela representándose a sí mismo, rompedor, iconoclasta, removedor de conciencias, revolucionario más allá del falso paripé de la falsa izquierda.
Y vuelvo a mi padre, coincide con Poncela en todo, mi padre desde joven ha sido igual, y yo soy en esencia igual, por eso abomina mi padre, igual que el Poncela de la película, de esa falsa izquierda postiza que no hace sino negocios con su supuestas ideas.
Volviendo al tema, película sobre la amistad, el amor, las drogas, el desamor, el suicidio, la paternidad, la nostalgia.
Increíble película, increíble dirección, el director desaparece de la película, como debe ser, y todo parece natural, real, verdadero.
Cecilia Roth inconmensurable en un papel único, Luppi, Poncela y Botto igualmente grandiosos.
Perdón por los superlativos, pero no puedo evitarlos, si existen será para poder usarlos, y la película lo merece, y las interpretaciones especialmente.
Película superlativa pues.
Película de actores, de grandes actores.
Película imprescindible.

el paseante
 

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