lunes, 18 de junio de 2012

Nerea, la mujer más odiada.


Desde que somos novios desde un punto de vista literario, Nerea es la mujer más odiada, claro, porque es novia literaria de el paseante, el hombre más deseado, y no sólo literariamente...
Ella es mileurista de cariño y con los recortes ya no llega ni a fin de mes, yo le doy una ayuda todos los días, recibe mi amor literario y a cambio ella me da el suyo.
Y así vamos tirando, pero los demás se piensan que lo nuestro debe ser algo sexual, nos ven desaparecer, nos perdemos por ahí, y se ponen en lo peor, o en lo mejor, según se mire...
El caso es que en realidad nos vamos por ahí a buscar el rincón más solitario y tranquilo para leernos nuestros relatos, nuestros poemas, nuestros proyectos de historias, compartir nuestras ideas, emociones, sentimientos y pasiones literarias.
Porque lo nuestro es eso precisamente, un amor literario de alto voltaje, nada más y nada menos, nuestros besos son palabras, nuestros coitos frases, nuestros orgasmos versos, nuestros hijos ideas, nuestra pasión un desenfreno turbulento de autores y novelas. 
Nos falta siempre tiempo para estar juntos y no vemos el momento de separarnos, estamos enamorados literariamente el uno del otro y nuestro amor nunca se sacia, nunca termina, nunca se extingue, es inagotable como las palabras, ilimitado como la literatura, eterno como el alma humana.
Pero los demás no saben todo esto, y los demás desean a el paseante de una manera no literaria, o por mejor decir, muy poco literaria, con lo cual ella es, hoy por hoy, odiada, envidiada, y, por qué no decirlo, admirada también, porque ha conseguido a el paseante, todo un triunfo a los ojos de los demás, lo que no se alcanzan a imaginar es cómo lo ha "conseguido", es decir, no gracias a sus innumerables atributos físicos, sino a sus aún más innumerables atributos intelectuales, o por ser más precisos aún, gracias a sus innumerables atributos literarios.
Porque Nerea es una superdotada, literariamente hablando, por supuesto, y para una superdotada pues otro superdotado, literariamente hablando, por supuesto, el paseante.

Beeeeeeeessssssssooooossssssss,

el paseante

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