martes, 12 de junio de 2012

El amor según el paseante.


Sombra, comprendo todo lo que dices sobre el amor, y sobre tú y yo, es un análisis muy cierto, muy racional y preciso, te admiro por tu capacidad de síntesis, teorizas sobre el amor como si se tratara de algo teorizable, enumeras tres condiciones para que el amor llegue a ser eterno incluso. Me asombra, digo, tu capacidad de racionalizar el amor, te admiro por ello, y te felicito, comprendo tus ideas, pero sombra, siento decirte que no las comparto.
Mira la imagen que encabeza esta reflexión, es Aquiles, el héroe troyano invencible herido por una lanza imprevisible en el único lugar en el que no era vulnerable, el talón, el talón de Aquiles, que así se llama desde entonces, y es que el amor, el amor verdadero, como tú lo llamas, es eso precisamente, nuestro talón de Aquiles, nuestro punto vulnerable queramos o no, podemos hacernos invulnerables en todo menos en eso, ese punto, igual que le sucedió a Aquiles no se bañó en las aguas de la eternidad tampoco.
Y es que el amor no es eterno en absoluto, es volátil, cambiante, tornadizo, imprevisible.
El amor es una fuerza que nos arrastra a pesar nuestro, que no podemos comprender, controlar, dominar, porque el destino del amor es devastar, destruir, aniquilar, matar.
Como le sucedió a Aquiles, el amor al final nos cuesta la vida, bien lo supo el joven Werther con sus penas, bien lo supo Goethe, bien lo supieron los románticos que se suicidaban por amor.
Y si no llega la muerte por el suicidio del enamorado despechado, llega el amor por el aniquilamiento, la muerte del propio yo, sacrificado en pro del amado, y si no es por esto, llega la muerte del amor por el propio desamor, que es la más cruel de las muertes del amor, por agotamiento, extinción, desinterés.
El hombre que no ama no está vivo.
No hay sentimiento más triste para el enamorado que deja de estar enamorado, mucho peor que no ser correspondido, mucho peor que la muerte del amor por inmolación.
Da pena ver al amado convertido al fin en un espectro, vacío de significado, como un texto absurdo, sin sentido, sin interés ni propósito alguno.
Y por contra siempre pleno de significado, único, insustituible, semidivino, siempre el amado para el amante cuando el amor está en su apogeo.
Y el amante contempla la futilidad de su sentimiento cuando se extingue su pasión por el amado.
Pero de esta dialéctica amorosa ha nacido desde siempre el más encumbrado arte, la más elevada sensibilidad, los más sublimes sentimientos, el más ardoroso, generoso y sacrificado afán.
El único sentimiento que hace a un ser humano inmolarse en pro de otro es el amor.
No existe sentimiento en el corazón del hombre comparable.
Yo diría, sombra, que el amor es el sentimiento que hace al hombre verdaderamente grande, único, inmortal, porque a través de él ha recibido el aliento inmortal de los dioses, y es sólo a través del amor, de su ejercicio, como el hombre llega a ser un dios, aunque sólo sea por un momento de su vida.

el paseante para su sombra

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