jueves, 21 de junio de 2012

La gracia divina de la amistad.


No se puede evitar ser amigo de alguien, la amistad es una corriente de simpatía entre dos personas imparable, no se puede frenar, corre la amistad libre a través del tiempo, el espacio, la felicidad, la adversidad.
Es un sentimiento que se basa en la confianza, en la empatía, en el apoyo mutuo, en la comprensión y en compartir valores.
La amistad es también un reflejo, un espejo, nos miramos en las personas más afines, en nuestros amigos.
Y la amistad, la buena amistad, además nos da alas, nos hace volar, al vernos reflejados en los ojos del amigo nos sentimos valorados, reconocidos en nuestra esencia, y sentimos que hemos sido elegidos para compartir ese sentimiento.
El amigo vela por el amigo, se preocupa por él, lo ayuda, consuela, comparte con él la vida, sus problemas, ilusiones, sus frustraciones, preocupaciones y anhelos.
Es la amistad la esencia solidaria del ser humano, aquello que le hace grande, inmortal, y que le iguala a Dios.
Porque Dios puso en nuestro corazón el amor para poder repartirlo entre los demás en el mundo.
Mis amigos son, por encima de todo, mis amigos, obvio, pero no tan obvio, la amistad es algo absoluto como la fe, se tiene o no se tiene, es un don entre dos personas, al igual que la fe es un don que Dios otorga al hombre. Y si no se da no se puede adquirir.
Es pues algo mágico, como un encantamiento.
Algo natural, espontáneo, que te hace sentir bien, una corriente de simpatía, lealtad y afecto.


José Ramón Carballo
21 de junio de 2012
(dedicado a todos mis amigos)

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