Todo empezó por casualidad.
Descubrí al paseante un día caluroso de verano mientras buscaba un sitio para
sentarme en la Gran Vía de
Madrid. Estaba intentado vislumbrar algún banco entre la marabunta de gente
cuando le vi. Me llamó la atención la cadencia serena de su paso, la expresión
tranquila de su rostro. Parecía observarlo todo sin juzgarlo, limitándose a
saborear la Vida
hasta comprender su esencia. Fluía y se confundía con su entorno. Todo era uno.
Esa fue la primera impresión que
me causó, y fue lo que me atrajo irremediablemente hacia él. No sé por qué,
sentí el impulso irrefrenable de tumbarme a su sombra, aunque al momento pensé que
sería algo difícil de hacer porque el paseante no dejaba de pasear, o eso creí
al principio. Pero cuando decidí seguirle disimuladamente para conocer mejor
sus costumbres, me alegró descubrir que cuando algo le impactaba se quedaba
petrificado, se paralizaba. En esos momentos de revelación estaba más iluminado
que nunca, y, como consecuencia de ello, su sombra se hacía más nítida, más
definida y profunda. Irresistible. A partir de entonces, le seguí cada día y
esperé impaciente a que se produjeran esos momentos luminosos para tumbarme,
ávidamente, a su poderosa sombra. Qué frescor. Qué relajación. Era una
maravilla descansar a la sombra del paseante, la verdad, porque desde esa
posición se captaban divinamente sus ondas, y podía recibir toda la sabiduría del
mundo que le inundaba y resbalaba por su piel hasta llegar al suelo, donde yo
la esperaba sedienta. Tanto me gustó la sensación que me producía estar a la
sombra del paseante que acabé por fundirme con ella. Desde entonces sólo existo
porque él existe, aunque sólo aparezco cuando está iluminado. Unas veces me
manifiesto detrás de él, otras delante… pero cuando estoy más en mi salsa es
cuando voy a su lado, porque entonces vamos de la mano, y me trata de igual a
igual.
Ahora soy tu sombra, paseante.
Aunque si vamos a estar tan unidos a partir de ahora, me parece que no tiene mucho
sentido que te siga llamando paseante ¿no?. Es demasiado formal. Entonces creo
que te llamaré Jota. Sí. Eso haré. Encantada de conocerte Jota.
La sombra del paseante
No hay comentarios:
Publicar un comentario