martes, 26 de junio de 2012

El cuadro de la semana. Hotel junto a las vías del tren. Edward Hopper. 1952.


Menuda pinta de aburridos, se ve que ahí no hay nada que hacer, sólo aburrirse.
Y menudas vistas, a las vías del tren, me pregunto si serán capaces de dormir ahí, vaya ruido que hará el tren.
Él mira por la ventana pero no creo que se esté recreando en el paisaje, tal vez, por el gesto absorto, esté pensando tirarse por la ventana, pero no le servirá de nada, es un piso bajo, ni suicidarse puede, salvo que se tire al tren.
Bueno, realmente toda su vida debe de ser un permanente suicidio, no hay más que verle y además ver a su mujer, sinceramente, no tiene lo que se dice buen tipo.
Se ve que tienen poco interés el uno por el otro, más bien ninguno, ella se refugia en la lectura y él en la melancolía.
Poca comunicación deben tener, los matrimonios de muchos años son así, ya lo saben todo el uno del otro, hay poco que descubrir, todo está dicho, hablado, discutido y callado, desde hace mucho tiempo.
Los matrimonios que duran tanto se basan en el silencio, es igual que vivir solo, la misma incomunicación, si estás solo no te comunicas con nadie, si estás casado no te comunicas con tu mujer.
Pintura de la desolación, poco optimista, más bien pesimista, me pregunto para qué reproducir las malas noticias, "nuestro matrimonio no funciona", parece decir el cuadro, pues vaya novedad, enhorabuena por haberse dado cuenta.
¿Y qué placer obtengo yo de la contemplación de la escena?
Un consuelo para mi soledad: mejor solo que mal acompañado.
Realmente eso ya lo sabía, y todo lo demás que se plantea en el cuadro también.
Enhorabuena, el pintor ha logrado confirmar mis más negras teorías:
1) Mejor solo que mal acompañado.
2) Nunca te hospedes en un hotel al lado de las vías del tren.
3) Las parejas duraderas se basan en la incomunicación.
4) La lectura es la mejor evasión de la realidad.
5) La segunda mejor evasión de la realidad es la melancolía.
6) La luz del último sol de la tarde resulta algo tristona.
7) No debes nunca quedarte en enaguas delante de tu marido.
Preferiría la verdad algo más alegre, menos mortecino, no tan feo, pesado, solemne, trivial.
Pero hay lo que hay, la cruda realidad, por si la realidad fuera poco cruda va Hopper y nos lo recuerda, bueno, no sólo nos lo recuerda, sino que además lo pone en escena de forma que deje una huella indeleble en nuestro cerebro, como una especie de trauma perdurable.
El sello de la realidad, el tampón de la existencia, quedamos después de ver el cuadro marcados a fuego como una res.
Hopper tatua sobre nuestra piel el código del desconsuelo eterno por si en algún momento logramos olvidarnos de él, y así tenerlo siempre a la vista para recordarlo inmediatamente.
Todo un detalle por su parte.


el paseante

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