viernes, 6 de junio de 2014

Mi apego.




Bueno, creo que no estoy todavía en esa línea que tú me planteas, no significa que no la crea cierta, me refiero al desapego y a lo de una nueva vida, renunciar a la vida que llevo, a algunas cosas de las que tengo, y abrirme a una nueva experiencia.

Una vez leí cuando era joven que nos pasamos media vida acumulando cosas y la otra media intentando deshacernos de ellas. Si volviera hacia atrás en el tiempo lo que haría es intentar no tener nada, lo que pueda llevar puesto, poco más, ahora no tendría estas barreras de salida desde mi vida actual hacia una vida diferente, tendría en lugar de cosas a las que estoy apegado, sólo dinero, y el dinero no me supone apego, es diferente, no me resulta algo encantador como todo lo que he ido arrastrando en la vida.

Tendría el apego a mis mascotas solamente, pero sabiendo lo que sé tampoco las hubiera tenido, y el apego a mis padres lo tendría, pero sabiendo lo que sé hubiera hecho por haberme ido desapegando, pero entonces me pregunto si no hubiera tenido una vida de máquina, creo que me hubiera convertido en una especie de aparato electrodoméstico, como una lavadora o un minipimer.

Las máquinas viven desapegadas de todo, su esencia es el desapego, son budistas todas de fábrica, made in Buda, desde un punto de vista sentimental, aunque yo puestos a creer creo que hasta las máquinas tienen alma y sufro por ellas, me apego también a las máquinas, las adopto, y aún inservibles siguen a mi lado en agradecimiento a sus servicios, su apoyo, su compañía, y, por qué no decirlo, su cariño.

Creo que me va a resultar difícil desapegarme hasta del viejo televisor que se me estropeó recientemente y que no vale la pena arreglar para ver el adefesio de programación que ponen, pero es que cuando entro al salón me mira como con cara de pena y parece decirme: José Ramón no me tires que yo te quiero y aquí estoy muy agustito contigo desde toda la vida.


El paseante

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