miércoles, 13 de agosto de 2014

Te debo una explicación.




El otro día, tal vez ayer, te manifesté que no leo todo lo que escribes, aunque soy un asiduo lector del blog de El Paseante. Voy a intentar explicártelo a ver si consigo que me entiendas, dada mi poca riqueza de lenguaje, que no de pensamiento.
Con el español me pasa algo parecido a cuando me tengo que expresar en inglés, tengo que hacer malabarismos, para con un número reducido de palabras debo jugar mucho con ellas para que finalmente se me entienda lo que quiero decir. Tú llevas esa ventaja, por haber decidido ser culto.
Voy al grano.  Te quiero explicar por qué unas cosas me interesan de tu blog y por qué otras no, y no las leo.
Desde hace muchísimos años decidí no leer ni poesía ni novela ni cualquier relato que fuera de ficción, por muy interesante que pudiera ser.
Considero que la poesía es algo así como expresar un  anhelo de algo de lo que se carece, o una expresión de la insatisfacción íntima o una exaltación de la felicidad pero como con el temor a perderla, o una radiografía de la vida y como toda radiografía es complicado interpretar, prefiero las fotos a todo color que la mejor radiografía que no veo más que un esqueleto de nosotros mismos. No sé si consigo que me entiendas. Los relatos de ficción o los escritos en tercera persona tampoco me interesan, aunque sean tan ilustres como El Quijote. En la mayoría de las ocasiones no veo sino un juego a ser y no ser, tan ambiguos como la vida de la mayoría de los mortales.
Mis relatos favoritos son los que provienen de la persona que lo escribe, sin utilizar artilugios ni justificaciones que se interpongan entre él y su relato, sin jugar a algo que no sea sus propios anhelos o pensamientos o sus sueños o frustraciones o su felicidad que quiere compartir con el lector.
En tu caso, la herramienta de tu escritura es lo que te permite soñar o creerte feliz, pero tú sabes que la verdadera felicidad no está en escribir, aunque te apasione. Y pese a todo insistes en crear unos personajes que sueñan o piensan o sufren, pero que no viven. 



La cabrita loca


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