martes, 25 de febrero de 2014

Lectura marxista del Palacio de Aranjuez por el paseante solitario.



A mí todos estos grandes palacios reales me parecen monumentos al egoísmo, la explotación, la injusticia, la soberbia, el egocentrismo, la megalomanía.
Hoy en día son una especie de parques temáticos irreales, como un Walt Disney de la historia que visitan los turistas igual que pueden visitar Terra Mítica, para sorprenderse con las curiosidades y anécdotas que cuentan los guías, para imaginarse esas vidas de cuento que se supone llevaron sus moradores en tiempos pretéritos.
Uno se imagina viviendo allí con aquellos ropajes, todo ese protocolo, dando órdenes a los súbditos, satisfaciendo todos los caprichos, cometiendo todas las tropelías, favoritismos, injusticias, llevando una vida muelle sin dar golpe, embrutecido de tanta riqueza y tanto poder.
Y uno piensa que hubiera sido como ellos, igual que todos esos monarcas, si hubiera vivido su época y sus circunstancias, tampoco se puede pedir a un rey absoluto que tenga una visión marxista de la historia, es anticipar el curso de la misma.
Con todo siempre hay reyes y reyes, gobernantes y gobernantes, evidentemente está la historia para demostrarlo.
Pero abruma la contemplación de estos grandes palacios llenos de cachivaches inservibles de otras épocas atesorados por sus sucesivos moradores, cuadros, tapices, muebles, relojes, esculturas...
Valor histórico, valor artístico, valor incluso literario, hasta poético, conmueve toda esa belleza.
Pero, insisto, abruma, desde un punto de vista social, la contemplación de toda esa opulencia, transmite una energía un tanto negativa a lo cual contribuye el planteamiento de hermetismo y aislamiento en que se encuentran estos edificios, cerrados a la sociedad salvo para el asombro.
Uno se siente en inferioridad contemplando todo aquello, parece como si hubiera ciudadanos de primera y de segunda, al menos en aquellas épocas, pero uno se pregunta si también hoy igualmente los hay, al final es preciso que todo cambie para que en realidad no cambie nada, parecen decirnos estos palacios, parecen decirle al visitante "tú nunca vivirás aquí", y uno contesta "casi lo prefiero, no hay nada como mi casa, esto tiene pinta ser muy incómodo".
Los revolucionarios franceses entraron en Versalles y lo destrozaron, el palacio de Versalles no conserva nada de su mobiliario original, se lo llevó por delante el curso de la historia, en los palacios españoles el mobiliario está completo, salvo en La Granja por el incendio, creo que eso es ya una diferencia significativa del curso de la historia entre Francia y España, aquí conservamos las sillerías y los valores de aquellas épocas igualmente tal vez, los ingleses igualmente decapitaron a un rey que se opuso al Parlamento.
En España el curso de la historia entra siempre con retraso y a veces involuciona, en cualquier caso menos mal que estos vestigios históricos están a buen recaudo de los políticos por ahora porque si no ya no habría ni una silla, en tiempos ya se esquilmó el patrimonio histórico con claros ejemplos de obras de arte y hasta edificios completos que están en el extranjero, Mendizábal incluído.
Deleitémonos en consecuencia contemplando estos grandes parques temáticos de la historia, con sus curiosidades y cotilleos, esa intrahistoria doméstica que tanto excita nuestra imaginación pequeño burguesa de cuento de hadas.

el paseante solitario

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