Hola, soy la sombra del paseante
¿os acordáis de mí?. Os preguntaréis dónde he estado todo este tiempo. La
verdad es que no sé muy bien qué me ha pasado. Yo no quería irme, no quería
abandonar a mi paseante, pero notaba que él se iba iluminando cada vez más, que
recibía luz por los cuatro costados y que yo, inevitablemente, me iba haciendo
cada vez más pequeñita. Así que antes de desaparecer del todo, decidí retirarme
dignamente de su lado y transformarme en lo que soy ahora: una sombrilla. La
sombrilla producida por una sombrilla de playa. Ese reducto redondo y fresquito
donde refugiarse del calor. La sombrilla del paseante.
Sí, Jota, me he convertido en tu
sombrilla. Ya no te sigo a todos lados porque no me necesitas. Ahora me limito
a dar vueltas alrededor de un palo al son que dicta el sol. Y aunque echo de menos
mis paseos contigo, creo que esta nueva forma que he adoptado está más acorde
con mi naturaleza, tranquila y reposada. Tú eras demasiado inquieto para mí.
Pero no te preocupes, que aunque
ya no te persiga, quiero que sepas que siempre estaré ahí, esperándote bajo la
sombrilla con las varillas abiertas. Porque aunque seas cada vez más sabio
tienes que tener cuidado, Jota. No seas ambicioso. Demasiado conocimiento quema
la ilusión por vivir, igual que la arena caliente quema tus pies. Siempre hay
que dejar algún misterio por resolver, alguna idea por desarrollar, así que
cada vez que sientas que el calor de tu mente y de tu espíritu empiezan a
asfixiarte, ven corriendo a tu sombrilla para sumergirte en el refrescante
vacío de este agujero negro en el que me he convertido…
La sombrilla del paseante
La sombrilla del paseante
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