No es fácil para un aficionado al cine hablar sobre Luchino
Visconti, sobre sus películas, su arte, su creatividad, solamente desde la más
absoluta subjetividad, es decir, sobre las impresiones personales que sus
películas han ido dejando en mí a lo largo del tiempo creo que tiene sentido
escribir sobre el cine de Visconti, en mi caso al menos, dado que mi erudición
sobre el tema se reduce a la de mero espectador, será por tanto el reflejo que
sus películas han tenido sobre mi sensibilidad lo que trate de explicar.
La primera película que vi de este director fue Muerte en
Venecia, comencé directamente por el top one, no me anduve con rodeos, antes de
verla no tenía ni idea de quién podía ser Visconti pues yo contaba con apenas
15 años, difícilmente podría haber tenido alguna referencia previa, era
prácticamente un niño.
Pues bien, en el colegio había lo que por aquel entonces se
conocía como cineforum, los viernes por la tarde, después de las clases, sólo
para los alumnos de bachillerato y COU que podíamos acudir a ver películas al
teatro del colegio tras de cuya proyección había un debate con expertos que
contestaban a nuestras preguntas o nos preguntaban a su vez cosas.
Yo no iba nunca pero una semana un compañero de clase me
dijo que por qué no iba con él el viernes al cineforum, lo comenté en casa para
que estuvieran avisados de mi tardanza y no se alarmaran y fui con mi compañero
y otros dos más a ver la película Muerte en Venecia, vaya título recuerdo que
pensé, un tanto lúgubre, se apagaron las luces, había poca gente, y comenzó la
proyección, quién haya visto la película sabe que es muy difícil no caer
subyugado desde los primeros fotogramas con los títulos de crédito aún
sobreimpresos sobre las imágenes del vaporetto que se desliza entre las brumas de
la laguna veneciana a los compases de la música de Mahler, el maridaje entre
imágenes, movimiento de la escena y música es tan perfecto que directamente te
impregna el alma de belleza, armonía, equilibrio, placer.
Quedé subyugado, tenía sólo 15 años y ya era capaz de
entender todo aquello, la película continuó, al cabo de un rato aparece el
joven Tadzio y el profesor Aschembach queda inmediatamente prendado de su
belleza, las miradas son de una obviedad turbadora, a nadie engaña desde el
primer momento lo que verdaderamente está sucediendo en la pantalla, y en esas
primeras miradas tan comprometedoras es cuando mis compañeros deciden marcharse
y me dicen que aquello es indecente que si me marcho con ellos, yo ni me
planteé levantarme y marcharme, creo que ni les miré para contestarles, no
podía retirar la vista de la pantalla, era un sacrilegio, estaba hechizado
absolutamente ante tal despliegue de conmovedora belleza, ni siquiera creo que
les dijera que no me iba, me limité a negar con la cabeza y seguir concentrado
con todos mis sentidos atentos en la pantalla.
Como digo así empezó todo, mi relación con Visconti fue in
crescendo, como un enamoramiento, a través de algún nuevo estreno, con las
reposiciones de sus películas en mi adorado Cinestudio Griffith, todo fue sobre
ruedas, siempre que reponían una de sus películas no faltaba a la cita, nunca me
cansaba, ése era mi mundo, el mundo en el que yo quería habitar, el mundo de la
sensibilidad, el pensamiento y la belleza, Visconti que robó el corazón, me convertí
en un viscontiniano más, con lo que eso significa, es decir, viene a ser como
ser proustiano, no sólo un aficionado a sus obras sino alguien que lleva el
contenido de esas obras a su vida, a su día a día, es decir, un esteta, un
decadente, un inconformista con su época, un amante de la belleza, alguien que
vive al margen de la prosaica e insípida vulgaridad del mundo.
Un adorador de la obra de Visconti, eso fui, eso soy, eso
seré, habrá quién lea esto y piense que soy un loco, un ridículo tal vez, y habrá
quién lo lea, los menos, y se identifique plenamente conmigo, si lo leen mis
excompañeros de colegio no lo comprenderán, pero no creo que lleguen nunca a
leer un blog como el mío, si por casualidad lo abren al azar algún día harán
como hicieron en esa lejana tarde de viernes de 1975, se levantarán de la
butaca y se irán, profundamente escandalizados.
Es increíble la gratitud que yo tengo a autores como
Visconti, Pasolini, Proust, Mann, Lorca…, gracias a ellos mi vida ha sido otra
cosa, ellos me salvaron por ejemplo de ser un aficionado al fútbol, creer en la
política, beber cerveza, o ir a Benidorm a veranear, ellos me elevaron a otro
mundo, a ellos debo una existencia superior, más elevada, más rica, pero
también, por qué no decirlo más inadaptada, inconformista, indignada, cómo un
discípulo de estos grandes genios, de estas elevadas sensibilidades, puede
llegar a sobrevivir en un mundo lleno de esto de lo que hoy está lleno el
mundo, es decir, de pura bazofia, es algo difícil de saber, un milagro incomprensible,
deberíamos crear una asociación, un partido, algo, los supervivientes de la
cultura aquella que un día existió y que hoy en día es bocado exclusivo de
exquisitos, seguro que si estos grandes magos del arte vivieran serían
seguidores de mi blog, al fin y al cabo ellos son mi motor último, mi reserva
espiritual, mi referente más firme, mi convicción más profunda, la esencia
final de mi propia magia.
Al hilo de esta reflexión pienso en lo que ha cambiado la
educación desde que yo era adolescente, quiero decir que en este simple detalle
hoy es impensable que en ningún colegio proyecten semejante película, y menos
en un colegio religioso como era el mío, y pienso también en el agradecimiento
que debo tener a mis padres que me permitieron recibir una educación de calidad
y no restringieron nunca mi libertad, tan seguros estaban de mí, y creo que lo
han estado siempre, no sé bien por qué, tal vez porque nadie mejor que ellos me
conocen profundamente, al fin y al cabo soy su reflejo, estoy hecho a su imagen
y semejanza.
Gracias Visconti, gracias curas del colegio, gracias padres,
y gracias José Ramón por hacer cada día un blog que mantiene viva la llama de
la cultura, el arte y la sensibilidad.
Y gracias queridos seguidores por leerme.
Creo que no hace falta que creemos ningún partido o
asociación, con el blog tenemos suficiente, ¿verdad?, ésta será nuestra tabla
de salvación en el tempestuoso mar de nuestro día a día.
Me sonrío pensando que ya a los quince años en el colegio no
era sino lo que soy ahora, un paseante solitario.
Tal vez mis compañeros me dejaron de hablar, no lo recuerdo,
me daba igual, nadie puede dejar de contemplar algo como Muerte en Venecia
pensando en que le pueden dejar de hablar semejantes mentes cerradas, porque
esas mentes no le van a aportar nada y la película va a cambiar su vida, como a
mí me sucedió, porque abrió una puerta a un mundo nuevo, un mundo que nunca he
dejado de recorrer, en el que nunca he dejado de internarme, por el que jamás
dejaré de pasear.
Espero haber sido capaz de expresar lo que el cine de
Luchino Visconti significa para mí en mi vida.
El paseante
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