martes, 18 de febrero de 2014

La película de la semana. La cinematografía de Luchino Visconti.

 



No es fácil para un aficionado al cine hablar sobre Luchino Visconti, sobre sus películas, su arte, su creatividad, solamente desde la más absoluta subjetividad, es decir, sobre las impresiones personales que sus películas han ido dejando en mí a lo largo del tiempo creo que tiene sentido escribir sobre el cine de Visconti, en mi caso al menos, dado que mi erudición sobre el tema se reduce a la de mero espectador, será por tanto el reflejo que sus películas han tenido sobre mi sensibilidad lo que trate de explicar.

La primera película que vi de este director fue Muerte en Venecia, comencé directamente por el top one, no me anduve con rodeos, antes de verla no tenía ni idea de quién podía ser Visconti pues yo contaba con apenas 15 años, difícilmente podría haber tenido alguna referencia previa, era prácticamente un niño.

Pues bien, en el colegio había lo que por aquel entonces se conocía como cineforum, los viernes por la tarde, después de las clases, sólo para los alumnos de bachillerato y COU que podíamos acudir a ver películas al teatro del colegio tras de cuya proyección había un debate con expertos que contestaban a nuestras preguntas o nos preguntaban a su vez cosas.

Yo no iba nunca pero una semana un compañero de clase me dijo que por qué no iba con él el viernes al cineforum, lo comenté en casa para que estuvieran avisados de mi tardanza y no se alarmaran y fui con mi compañero y otros dos más a ver la película Muerte en Venecia, vaya título recuerdo que pensé, un tanto lúgubre, se apagaron las luces, había poca gente, y comenzó la proyección, quién haya visto la película sabe que es muy difícil no caer subyugado desde los primeros fotogramas con los títulos de crédito aún sobreimpresos sobre las imágenes del vaporetto que se desliza entre las brumas de la laguna veneciana a los compases de la música de Mahler, el maridaje entre imágenes, movimiento de la escena y música es tan perfecto que directamente te impregna el alma de belleza, armonía, equilibrio, placer.

Quedé subyugado, tenía sólo 15 años y ya era capaz de entender todo aquello, la película continuó, al cabo de un rato aparece el joven Tadzio y el profesor Aschembach queda inmediatamente prendado de su belleza, las miradas son de una obviedad turbadora, a nadie engaña desde el primer momento lo que verdaderamente está sucediendo en la pantalla, y en esas primeras miradas tan comprometedoras es cuando mis compañeros deciden marcharse y me dicen que aquello es indecente que si me marcho con ellos, yo ni me planteé levantarme y marcharme, creo que ni les miré para contestarles, no podía retirar la vista de la pantalla, era un sacrilegio, estaba hechizado absolutamente ante tal despliegue de conmovedora belleza, ni siquiera creo que les dijera que no me iba, me limité a negar con la cabeza y seguir concentrado con todos mis sentidos atentos en la pantalla.

Como digo así empezó todo, mi relación con Visconti fue in crescendo, como un enamoramiento, a través de algún nuevo estreno, con las reposiciones de sus películas en mi adorado Cinestudio Griffith, todo fue sobre ruedas, siempre que reponían una de sus películas no faltaba a la cita, nunca me cansaba, ése era mi mundo, el mundo en el que yo quería habitar, el mundo de la sensibilidad, el pensamiento y la belleza, Visconti que robó el corazón, me convertí en un viscontiniano más, con lo que eso significa, es decir, viene a ser como ser proustiano, no sólo un aficionado a sus obras sino alguien que lleva el contenido de esas obras a su vida, a su día a día, es decir, un esteta, un decadente, un inconformista con su época, un amante de la belleza, alguien que vive al margen de la prosaica e insípida vulgaridad del mundo.

Un adorador de la obra de Visconti, eso fui, eso soy, eso seré, habrá quién lea esto y piense que soy un loco, un ridículo tal vez, y habrá quién lo lea, los menos, y se identifique plenamente conmigo, si lo leen mis excompañeros de colegio no lo comprenderán, pero no creo que lleguen nunca a leer un blog como el mío, si por casualidad lo abren al azar algún día harán como hicieron en esa lejana tarde de viernes de 1975, se levantarán de la butaca y se irán, profundamente escandalizados.

Es increíble la gratitud que yo tengo a autores como Visconti, Pasolini, Proust, Mann, Lorca…, gracias a ellos mi vida ha sido otra cosa, ellos me salvaron por ejemplo de ser un aficionado al fútbol, creer en la política, beber cerveza, o ir a Benidorm a veranear, ellos me elevaron a otro mundo, a ellos debo una existencia superior, más elevada, más rica, pero también, por qué no decirlo más inadaptada, inconformista, indignada, cómo un discípulo de estos grandes genios, de estas elevadas sensibilidades, puede llegar a sobrevivir en un mundo lleno de esto de lo que hoy está lleno el mundo, es decir, de pura bazofia, es algo difícil de saber, un milagro incomprensible, deberíamos crear una asociación, un partido, algo, los supervivientes de la cultura aquella que un día existió y que hoy en día es bocado exclusivo de exquisitos, seguro que si estos grandes magos del arte vivieran serían seguidores de mi blog, al fin y al cabo ellos son mi motor último, mi reserva espiritual, mi referente más firme, mi convicción más profunda, la esencia final de mi propia magia.

Al hilo de esta reflexión pienso en lo que ha cambiado la educación desde que yo era adolescente, quiero decir que en este simple detalle hoy es impensable que en ningún colegio proyecten semejante película, y menos en un colegio religioso como era el mío, y pienso también en el agradecimiento que debo tener a mis padres que me permitieron recibir una educación de calidad y no restringieron nunca mi libertad, tan seguros estaban de mí, y creo que lo han estado siempre, no sé bien por qué, tal vez porque nadie mejor que ellos me conocen profundamente, al fin y al cabo soy su reflejo, estoy hecho a su imagen y semejanza.

Gracias Visconti, gracias curas del colegio, gracias padres, y gracias José Ramón por hacer cada día un blog que mantiene viva la llama de la cultura, el arte y la sensibilidad.

Y gracias queridos seguidores por leerme.

Creo que no hace falta que creemos ningún partido o asociación, con el blog tenemos suficiente, ¿verdad?, ésta será nuestra tabla de salvación en el tempestuoso mar de nuestro día a día.

Me sonrío pensando que ya a los quince años en el colegio no era sino lo que soy ahora, un paseante solitario.

Tal vez mis compañeros me dejaron de hablar, no lo recuerdo, me daba igual, nadie puede dejar de contemplar algo como Muerte en Venecia pensando en que le pueden dejar de hablar semejantes mentes cerradas, porque esas mentes no le van a aportar nada y la película va a cambiar su vida, como a mí me sucedió, porque abrió una puerta a un mundo nuevo, un mundo que nunca he dejado de recorrer, en el que nunca he dejado de internarme, por el que jamás dejaré de pasear.

Espero haber sido capaz de expresar lo que el cine de Luchino Visconti significa para mí en mi vida.


El paseante

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