Dijo Jonás a la ballena: dentro de tu vientre estoy ballena sin poder ver la luz del sol. Y la ballena contestó: lo sé Jonás te tragué para que cuando salgas de mí puedas ver toda la belleza de la luz del sol como si fuera tu primer día de vida.
Dijo la luna al mar: te hago crecer cada noche y cada
amanecer pero nunca me alcanzas. Y el mar contestó: no te alcanzo luna pero
cada noche y cada amanecer las mareas limpian mi fondo y en él al llegar la
noche se refleja la bella luz de tu alma.
Recibo y doy esa fuente de luz que a través de mí pasa sin
detenerse apenas y que me limpia como la marea limpia el fondo del océano,
dejando dentro de mí la regla de la vida de la naturaleza.
Diálogo entre la luna y el sol: - Yo soy tu luna sol, soy tu
reflejo y con él ilumino la tierra en la noche para que los hombres se sientan
acompañados en el inmenso espacio – Lo sé luna, sé que eres mi espejo, me miro
en ti y sé que hasta cuando estoy ausente los hombres me ven a través de tu
hermoso rostro.
Oh dios sol, a ti te rindo tributo de dicha y por ti
comprometo mi fuerza, mi espíritu y libertad, para luchar por el bien, la paz y
la prosperidad de todos los que como yo vasallos tuyos te adoramos.
Es la luna luz y compañera de nuestras horas oscuras, en
ella vemos el reflejo luminoso del sol y como si de un sol nocturno se tratara
ilumina con su luz de plata el camino hacia las estrellas señalando en el
infinito cielo la dimensión profunda de la eternidad.
Una noche le preguntó Venus a Neptuno por qué no la amaba y
él furioso contestó: no tengo tiempo de amarte, estoy siempre ocupado alzando
las olas, moviendo las mareas, formando tempestades. Entonces Venus desde su
trono de plata le dijo: te equivocas nada de eso haces tú, todo lo hago yo y te
lo entrego como prueba de mi amor por ti cada noche y cada amanecer.
Por la lejana orilla del mar caminan las almas bajo el
brillante sol. La luz será siempre la misma luz y mis ojos siempre verán los
dorados reflejos del mar y las huellas de los pasos sobre la playa. La luz
siempre será la misma luz de este invierno todos los inviernos y tu cariño y mi
cariño tendrán siempre su próxima primavera.
Es la luz siempre la misma incesante luz la que cada noche
toma la luna del sol para hacerse visible en la tierra. Ilumina mares,
desiertos, montañas, ciudades. Ilumina también las hojas de plata de los
árboles, los cauces de oro de los ríos, las piedras azules de los lagos. Cae
blanda sobre nosotros la luz sin tocarnos apenas como una caricia de
reconocimiento de amor que no se esperaba recibir una vez más.
Las huertas son el jardín del edén… El otoño y sus frutos…
Las verdes praderas, las altas cimas y la última luz del sol…
Es la vida el compañero que pasa junto a nosotros y en su
fatiga nos invita a ayudarle. Es la vida la caricia de la mano amiga, la
sonrisa del rostro amable, la libertad del camino compartido. Es la vida el
amor por todo y por todos, el porvenir de los desfavorecidos y la opulencia de
los poderosos. Es la vida la inocente virtud del niño que mira un mundo puro y
recién creado. La vida eres tú y soy yo, y sobre todo son ellos, todos ellos.
Cuando salí del camino de la sombra llegué al infinito
horizonte lleno de luz donde me encontré por primera vez con mi alma y con las
almas de todos los demás.
La mañana comienza con su sonrisa de cálida ternura para
darnos el abrazo de la vida un beso.
La suerte en la vida forma una delicada trama en torno a la
persona que invisible marca un destino único y separado de los demás, cada cual
tiene el suyo propio que debe cumplir.
Nos imaginamos la vida en su hermosa plenitud de horas
felices y nos sentimos dichosos ante el porvenir que nos espera, nos imaginamos
la belleza, el amor, el brillante vibrar del sol y aguardamos que llegue la
suave presencia del amigo al que se quiere siempre esperar para compartir el
goce de la vida en todo su esplendor.
Siempre hay un camino verdadero cuando se tiene voluntad de
ser uno mismo.
El peregrino que pisa la tierra sagrada del apóstol señala
el camino al más cercano cielo.
Hay muchas cosas que desconocemos en esta vida y de todas
ellas la más desconocida somos nosotros mismos.
José Ramón Carballo
Pequeños poemas en prosa
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