Leí estas dos novelas siendo aún adolescente, primero me compré el Trópico de Cáncer y me encantó, lo leí de un tirón, e inmediatamente después me compré el Trópico de Capricornio, y me pasó lo mismo, son dos novelas equiparables en su concepción y desarrollo, la primera ambientada en París y la segunda en New York, autobiográficas en gran medida aunque con un componente imaginativo y de exageración de la realidad importante, son, podría decirse, un tanto caricaturescas, grotescas, desmesuradas, provocadoras, irreverentes, transgresoras, revulsivas, radicales, sorprendentes.
Y, por supuesto, con un altísimo voltaje erótico.
Éste último punto fue para mí, como adolescente que era entonces, fundamental, estaba lleno de curiosidades, fruto de mi ignorancia en la materia, el sexo era algo secreto, misterioso, tabú prohibido, y Miller me enseñó muchas cosas que yo ya empezaba a sospechar.
Y además del sexo me enseñó lo que es tener la mente abierta a la libertad sexual y al respeto de todas las formas de sexualidad, a que en materia de sexo el límite es la voluntad del otro y que dentro de esta regla básica y fundamental todo está permitido.
No podía parar de leer estos libros, me excitaba su lectura, pero eran algo más que pornografía, eran sexo, y si bien la pornografía no es nada literaria, el sexo sí lo es en grado sumo, desde Sade eso viene siendo así, y si no que se lo digan a un Bukowski, del cual hablaremos próximamente.
Tengo las ediciones de Alfahuara ya clásicas, muy agradables al tacto, con un papel marfil y una tipografía muy apropiados, las portadas son rugosas, muy sensuales.
Novelas sensuales en su contenido y en su continente.
Aquellas dos novelas están muy usadas..., se nota, leidas y vueltas a releer en sus fragmentos más excitantes, relectura interruptus de fragmentos recordados y siempre sorprendentes.
Onanismo literario.
¿Cómo se atreve Henry Miller a escribir estas cosas?, pensaba yo.
Bueno, es la libertad de pensamiento del escritor, su ADN creativo propio, algo que le hace único, valioso, interesante, enriquecedor, sin eso la literatura no es más que un ejercicio académico estéril, y Henry Miller puede ser cualquier cosa menos estéril, más bien prolífico y seminal que estéril, más bien, desde luego.
Os va a gustar, salvo que pertenezcáis al grupo de mentes biempensantes que aborrecen de la libertad de expresión y del planteamiento explícito del sexo en la literatura, en ese caso absteneros de leerlo, aunque a veces es precisamente a estas personas a las que más interesan estos libros, no pueden dejar de leerlos para practicar su entretenimiento favorito, rasgarse las vestiduras, bueno, ése y su otro entretenimiento favorito, más privado y secreto...
el paseante
Y, por supuesto, con un altísimo voltaje erótico.
Éste último punto fue para mí, como adolescente que era entonces, fundamental, estaba lleno de curiosidades, fruto de mi ignorancia en la materia, el sexo era algo secreto, misterioso, tabú prohibido, y Miller me enseñó muchas cosas que yo ya empezaba a sospechar.
Y además del sexo me enseñó lo que es tener la mente abierta a la libertad sexual y al respeto de todas las formas de sexualidad, a que en materia de sexo el límite es la voluntad del otro y que dentro de esta regla básica y fundamental todo está permitido.
No podía parar de leer estos libros, me excitaba su lectura, pero eran algo más que pornografía, eran sexo, y si bien la pornografía no es nada literaria, el sexo sí lo es en grado sumo, desde Sade eso viene siendo así, y si no que se lo digan a un Bukowski, del cual hablaremos próximamente.
Tengo las ediciones de Alfahuara ya clásicas, muy agradables al tacto, con un papel marfil y una tipografía muy apropiados, las portadas son rugosas, muy sensuales.
Novelas sensuales en su contenido y en su continente.
Aquellas dos novelas están muy usadas..., se nota, leidas y vueltas a releer en sus fragmentos más excitantes, relectura interruptus de fragmentos recordados y siempre sorprendentes.
Onanismo literario.
¿Cómo se atreve Henry Miller a escribir estas cosas?, pensaba yo.
Bueno, es la libertad de pensamiento del escritor, su ADN creativo propio, algo que le hace único, valioso, interesante, enriquecedor, sin eso la literatura no es más que un ejercicio académico estéril, y Henry Miller puede ser cualquier cosa menos estéril, más bien prolífico y seminal que estéril, más bien, desde luego.
Os va a gustar, salvo que pertenezcáis al grupo de mentes biempensantes que aborrecen de la libertad de expresión y del planteamiento explícito del sexo en la literatura, en ese caso absteneros de leerlo, aunque a veces es precisamente a estas personas a las que más interesan estos libros, no pueden dejar de leerlos para practicar su entretenimiento favorito, rasgarse las vestiduras, bueno, ése y su otro entretenimiento favorito, más privado y secreto...
el paseante
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